Un sabotaje en busca de autor
Los ataques a la infraestructura de Adif son claramente un sabotaje, pero ¿quién diablos puede estar detrás de algo así?
Durante los últimos días, todos aquellos que saben del sistema ferroviario y/o conocen a gente que sabe de verdad sobre el tema (es mi caso) estamos recibiendo todo tipo de preguntas referidas a los incidentes recientes en el AVE a Sevilla.
Hay medios que están haciendo un trabajo prodigioso. Víctor de Elena, en El Economista, ha publicado un artículo estupendo que recoge básicamente todo lo que me ha ido llegando por todas partes, pero muy bien organizado y con información que desconocía.
El problema es que, cuanto más sabemos de lo que pasó, más claro está que ha habido un sabotaje. Y parece que ha sido un sabotaje organizado, planificado, y diseñado para hacer el máximo daño posible en un momento crítico.
Hablando ayer con una famosa periodista de televisión, a la salida de un evento corporativo, compartíamos una cierta estupefacción. Muchos estamos convencidos de que ha habido sabotajes, pero no sabemos quiénes los han llevado a cabo ni tenemos presuntos culpables en la cabeza.
Desde Adif me han trasladado en varias ocasiones que ni siquiera es la primera vez que ocurre algo así. La sombra del cabotaje intencionado está detrás de algunos “fallos” que probablemente no eran tales, especialmente en una crisis pasada en los Cercanías de Madrid.
No soy tan mayor como para recordar al Grapo, pero mi vida, como la de tantos españoles, estuvo marcada por ETA y, después, por el terrorismo islámico. Hace veinte años habríamos tenido sospechosos claros. Pero la especificidad de los ataques y lo insidioso de los mismos es algo inusual.
El otro día me enfadé mucho porque un medio conservador publicó un correo electrónico de un trabajador de Adif en el marco de un artículo -que no voy a difundir para no darle clicks- en el que, para tirar piedras contra la época de Ábalos al frente del Ministerio, se hablaba de cómo “en el pasado ya se había utilizado la excusa de los sabotajes”. Pero el texto erraba enormemente el tiro, porque en el mail se hablaba claramente de los sabotajes al AVE vasco.
Lo que probablemente no sabe la redactora, cuya edad desconozco, es que si el País Vasco no tiene ya AVE se debe, entre otras cuestiones, a que ETA saboteó y amenazó a los ingenieros. Saboteaban los tajos, quemaban las máquinas y forzaron a que los trabajadores allí destinados llevasen escolta. Uno de los ingenieros amenazados, un trabajador incansable por vosotros, un héroe anónimo pero de verdad, fue precisamente quien escribió el mail citado en el artículo. Fueron sabotajes dolorosos, sabotajes venenosos. Y, sobre todo, sabotajes reales. Nada de excusas.
Ingenieros amenazados
En enero de 2009, ETA afirmó en Gara que "los ingenieros, técnicos superiores, responsables o dirigentes de empresas que participan en las obras" de trazado ferroviario para el Tren de Alta Velocidad (TAV) vasco eran objetivo de sus atentados. La banda terrorista pidió a la ciudadanía a alzarse contra las obras del tren y asumió el asesinato, a finales de 2008 en Azpeitia, del empresario Ignacio Uría, dueño de una de las empresas adjudicatarias de las obras del AVE vasco.
En la nota, ETA afirma que mató a Uría, de 71 años, simpatizante del PNV y fundador de la constructora Altuna y Uria por "negarse a pagar el impuesto revolucionario" y por participar en las obras del tren.
Así pues, decir que en España el sabotaje ha sido una simple excusa es una mentira colosal. Por supuesto, no todos los problemas de la red han tenido que ver con sabotajes, pero el sabotaje forma parte de la historia de la red.
El fantasma
El problema de los sabotajes recientes es que me obliga a pensar más como un novelista que como un periodista. Porque todas las ideas que se me ocurren son novelaciones. Un exferroviario frustrado por algo que decide vengarse de sus compañeros, el fantasma de la víctima de un arrollamiento que ataca los subsistemas de las vías, un cónclave de influencers ultraderechistas que salen a cazar cables para conseguir clicks y contribuir a derribar al Gobierno…
Obviamente, son todo tonterías, pero es que no se me ocurren ideas mucho mejores. Honestamente, ahora mismo lo único que me parece que tiene cierto sentido, sin tener absolutamente ninguna prueba más allá de la apariencia de sabotaje, es también lo que más me preocupa: que empecemos a ver un paramilitarismo antisanchista con ataques no reivindicados de fácil organización y gran impacto para perjudicar la acción gubernamental.
¿Creo de verdad en algo así? No. Y me gustaría seguir sin creer en ello porque me parecería una pésima noticia. Pero está claro que hay líderes ideológicos como los doxxeados Capitán Bitcoin & co que pueden servir de inspiración para animar a elementos subversivos. Incluso me preocupa plantear abiertamente el concepto porque estas amenazas difusas pueden terminar sirviendo para generar excusas muy baratas que tapen problemas e ineficiencias reales.
Motivaciones
Los whodunit literarios nos han enseñado cuáles son las motivaciones de los crímenes. ¿Económicas? Nadie sale ganando realmente con esto. ¿Venganza? Pudiera ser, pero ¿quién se venga y por qué?
Algún bromista en las redes me ha dicho que he sido yo para poder vender más billetes de autobús. Rápidamente he matizado al cachondo y le he recordado que a FlixBus no nos permiten vender billetes domésticos porque hay una voluntad política férrea de proteger a toda costa a un monopolista que vive de inflar los precios que pagan los ciudadanos que más necesitan precios baratos, un grupo con más del 90% de las concesiones caducadas, con muchas de ellas nunca licitadas y heredadas de cacerías franquistas, y con casi un 70% de ingresos de los recientes apoyos estatales al sector.
Sí, hay una compañía que se está megaforrando a costa de impedir la competencia y mantener precios altos. Nunca entenderé bien por qué. Sé, desde luego, que es una fuente de empleo buenísima para expolíticos. Pero por más perniciosa que me parezca en su lucha contra la competencia y el sentido común, ni siquiera yo me imaginaría a mis rivales acariciando gatos persas y ordenando sabotajes. En parte, porque no necesitan que haya problemas en el AVE para sacar el dinero del bolsillo a los contribuyentes.
¿Pero entonces quién? ¿Quién o quiénes son los autores de estos sabotajes en busca de autor? ¿Se os ocurren a vosotros? ¿Tenéis en la cabeza opciones más razonables o menos random que las sandeces que se me pasan por la cabeza? No dudéis en compartirlas. Porque esto nos hace mucho daño a todos y, sea quien sea el culpable, debería terminar entre rejas.
P.S. Por si eso sucede, deberíamos ir aumentando la pena del delito de estragos, reforzar el 346 del código penal y garantizar que los cortes intencionales de estos servicios lleven acarreado, desde el principio, una pena de entre 10 a 20 años de prisión incluso si no hay aparatos explosivos involucrados. No sabemos quién es el ‘saboteur’, pero debemos establecer penas disuasorias desde ya para proteger lo que es de todos.