Todo lo que me he perdido por no hacer ‘networking’
En el que os ahorramos la necesidad de leer la pieza porque la respuesta es "nada". "Nada en absoluto". Al acabarla, le preguntamos a ChatGPT qué le pareció. Mal. Y eso es bueno.
¿Qué me he perdido por no hacer ‘networking’. Nada, no me he perdido nada en absoluto.
La respuesta fácil es ésa. La respuesta larga viene ahora, y no creo que le sirva a nadie absolutamente para nada, así que si eres de los que necesitas obtener un aprendizaje de cada cosa que lees, puedes dejar de leer ahora mismo. De hecho, si te gustan las reflexiones inteligentes sobre networking profesional, te recomiendo encarecidamente que te detengas. ¡Que pares, te digo! ¡You shall not pass!
Vale, ahora para el resto.
Me importa un comino, por ejemplo, crear textos atractivos que generen ‘engagement’ entre la comunidad de LinkedIn. Me da pereza solteros un texto vulgarote y a menudo creado con inteligencia artificial con el fin último de que algún desconocido se imagine que tengo ni la más remota idea sobre las cosas sobre las que escribo, todo ello ante la remota posibilidad de que algún cazatalentos intente ponerme un zapatito de cristal. Una posibilidad muy empequeñecida, por cierto, ante la casi total certeza de que cualquier forma de exposición sólo contribuirá a incrementar el bombardeo que recibo de propuestas comerciales no solicitadas. Por parte de gente —cuando es gente de verdad—, que a menudo automatiza sus mensajes y que casi nunca se molesta en averiguar a qué me dedico antes de escribirme vendiéndome sus movidas
No voy apenas a eventos sectoriales, no pago cuotas de sectoriales cuquis de mi bolsillo y las pocas veces que acudo a cosas relacionadas con mi profesión y no con mi puesto de trabajo suele ser únicamente por invitación de gente a la que aprecio.
En la foto estoy en los premios anuales de Dircomfidencial, pero porque Julen siempre ha sido majo conmigo y es una buena ocasión de toparme con amiguetes. Pero me fui muy temprano porque tenía Club de la Burger, y el Club de la Burger es más importante que muchas otras cosas.
Porque que no haga ‘networking’ no quiera decir que no trabaje con un montón de gente cada día o que no haga amigos. Pero, Atento Lector, eso es otra cosa completamente distinta. Me encanta quedar con gente y disfruto de la conversación inteligente con adultos educados. Más aún cuando son personas que se dedican a cosas a las que me he dedicado, a las que me dedico o a las que pienso que me habría gustado dedicarme.
Pero cuando me dedico a ello no estoy pensando en qué voy a sacar de ésta o aquesta persona. No practico el networking: cultivo las relaciones con gente chachi. Y no, el uso de la palabra ‘chachi’ tampoco me conviene en una red profesional. Pero como dijo Ricky Gervais en los Globos de Oro, mientras se calzaba una cerve y ponía a caer del burro a todo el choubisnes, “no me importa”.
A lo largo de los años he conocido a tanta gente tan valiosa, y he tenido tanta suerte de que me hayan querido dedicar unos minutos de sus vidas, que me considero un privilegiado. ¿Y sabéis lo mejor? Que me puedo pasar meses sin escribir a alguien a quien sé que le va fenomenal, o sin fomentar activamente un networking que me sirva para sinergiar nuestros inputs. Pero si me entero de que un amiguete ha perdido su trabajo, o de que durante muchos meses no va a sinergiar un carajo porque tiene cáncer, ahí sí que le escribiré. Porque no quiero likes, quiero asistentes a mi funeral que piensen: “Este tipo era majo, joder”.
Por otro lado, es importante señalar que entre asistir a ene entregas de premios random y descubrir cómo van la vida de mis hijos y de mi mujer cada día, dedicándoles el tiempo que me merezco —porque estar cerca de ellos es mi privilegio, no el suyo—, o de patearme las pistas de padel regadas por el noreste de Madrid y siendo derrotado de forma consistente por amables desconocidos, tengo las prioridades bien claras.
Soy tan turras como cualquiera ¡o más!
Eso no quiere decir que yo no sea tan turras en LinkedIn como el que más. Pero es siempre para defender cosas en las que creo fuerte y/o por las que me pagan. Y tengo la suerte de que ahora creo muy fuerte y cobro por ello, y es la lucha por un autobús más justo en España. Un país en el que el autobús de larga distancia tiene un tufillo fascista que nadie se está molestando en airear. Tenemos, por ejemplo, los precios más caros de Europa debido a una malvada Marjory concesional que vive en el jardín de los Gorgs rodeada de Filo y Gunge, sus fieles sicofantes. Y todos llevan corbata.
Hablo de concesiones en las que, diga lo que diga el Conde Chócula, hay menos competencia real que en un combate de Wrestling. Porque en en muchos casos no se han licitado jamás y porque, aún así, reciben cientos de jugosos millones de euros del contribuyente en lo que, para mí, son ayudas de Estado de dudosa (o ninguna) legalidad.
Los más viejos del lugar me dicen que la perpetuación de esta familia de sopranos se debe a una constante recreación amateur del programa televisivo '¡Allá tú!', adaptación del game show holandés Miljoenenjacht. Algo no tan distinto a muchas cosas de las que leemos estos días en los medios. Aunque también hay quien afirma que se trata de una simple y dicharachera captura del regulador como la que mencionó hasta en media docena de ocasiones la CNMC en su informe de 2022.
Según los mejor pensados, sería todo culpa de una suerte de Síndrome de Estocolmo preservado durante años por señoros funcionarios afectos metafóricamente a los enjuagues bucales y cuyos pantalones sufren signos metafóricos claros de desgaste en la zona de las articulaciones femoro-tibio-patelares. Gente que no cree que la Democracia y el autobús tengan nada que ver.
¿Has notado que no entiendes muchas cosas de las que digo? Es a propósito. Porque no escribo para complacer a audiencias masivas y, lejos ya del sector de los medios, me importa un carajo cuánta gente lea esto y por qué. Si al terminarlo le preguntase a ChatGPT si éste es un texto adecuado, me mandaría al carajo con presteza.
Suelteme del brazo, señora concesionaria
Pero es que, al final, la aversión al networking me ofrece la libertad de Robin Wood en el bosque de Sherwood. Incluso tengo una capucha verde. En ocasiones, viene a cotillearme el LinkedIn algún sicario del monopolio —¿saben siquiera que les veo cuando entran a rapiñar?— y me pregunto si ellos también tienen la certeza de que el capo de la cosa suya terminará apareciendo en los papeles tarde o temprano por su filia rumbera a comprar expolíticos recién salidos del horno o a inventarse mierdas apelando a pseudomedios de amiguetes.
Además, sus defensores a sueldo tienen costumbre de lanzar, cada cierto tiempo, tribunas en las que parecen querer retar a Donald Trump en número de mentiras proferidas por línea, lo que normalmente me sube las pulsaciones. A la hora de recitar números es mucho más fiable el Count von Count de Barrio Sésamo, no hay comparación.
El problema es que la gente, a menudo, se cree sus mentiras. O, lo que es peor, no se las terminan de creer pero consiguen introducir suficientes dudas como para evitar cambios significativos.
En mi cabeza, a menudo me imagino a mí mismo como la estoica muchacha que resiste en la discoteca al pesado que le está soltando tremenda brasa en el Milk de Edimburgo —se llama, por cierto, Lucía Gorman y hace poco Samsung tiró de ella para una campaña—.
Pero en todo caso me consta que, para muchos de vosotros, o incluso para los malos, bien podré ser yo el pesado que os da constantemente la turra con la injusticia del sistema concesional con dos tercios de las concesiones caducadas, el tufo fascista inherente y mi sorpresa con que haya gente con dos dedos de frente capaces de defender a la boy band concesional.
La diferencia es que mis brasas sólo os queman a vosotros y las suyas, a todos los españoles que alguna vez cogen un autobús de larga distancia.
¿Veis como el networking se me da fatal?
PS- Por cierto, al final me he hecho caso y he preguntado a ChatGPT qué le parece el texto que os acabo de colar. Éstas son sus críticas principales. Coincido bastante. Para que todo el mundo entienda lo que digo ya escribo notas de prensa:
⚠️ Nivel de referencias y jerga interna: Algunas bromas o menciones (el Milk de Edimburgo, “Marjory concesional”, “los Gorgs”) pueden dejar fuera a gente que no comparte tus referentes culturales. Si el lector no entiende la referencia, no sólo se pierde el chiste: puede perder también el hilo del argumento.
⚠️ Exceso de capas irónicas: Hay tantos niveles de sarcasmo, crítica y auto-parodia que a ratos el mensaje de fondo queda algo enterrado. ¿Es una crítica al networking profesional? ¿Un manifiesto contra el sistema de concesiones? ¿Una defensa del autobús como derecho democrático? Es las tres cosas, pero no siempre están equilibradas.
⚠️ Largo y no escaneable: En el contexto de redes como LinkedIn o Substack, muchos lectores escanean más que leen. Este texto no se presta a eso. No tiene subtítulos, párrafos muy claros ni elementos visuales. Eso puede limitar su alcance, aunque no necesariamente su impacto.
⚠️ Tono agresivo, pero hacia fuera: En algunos pasajes, pareces más interesado en cerrar la puerta que en invitar a entrar al lector. Esto refuerza el mensaje de independencia, pero puede parecer despectivo o elitista para quien no esté ya convencido de lo que dices.
Para no haber escrito 'nada' te ha quedado muy cuqui.
Y me he obligado a ir a Perplexity y constatar lo que dices. Alsa, Samar y Avanza son una rémora para la movilidad democrática