Pelos
En el que aporto nuevas explicaciones sobre mi situación capilar, que no interesa a nadie. Pero como vuelva a hablar del machismo en el fútbol, de descuartizadores o de Mbappé me da un parraque.
Todos sabemos que el año nuevo empieza en septiembre. Pese a la Navidad, las comilonas y las uvas, todos nuestros cambios vitales significativos tienen que ver con el momento en el que empezamos a pagar en corticoles. (NdA. Las monedas no FIAT que de verdad merecen la pena son los doblones de oro, los corticoles y los mortadelos, Y MORIRÉ EN ESA COLINA)
Leo a menudo que la gente se divorcia después del verano porque pasa demasiado tiempo con su pareja. Puede ser. Pero yo diría que también tiene que ver con el hecho de que después del verano tomas decisiones importantes sobre lo que es tu vida y lo que debería ser. Aunque haya bufetes que quieren acelerar un poco la cosas y promueven las rupturas low-cost con lemas como ‘divórciate y vive el verano soñado’.
En España, de hecho, tenemos al Parlamento entero decidiendo qué Gobierno queremos tener. ¿Un gobierno frágil, elecciones que no garantizan nada? Todo se dirimirá al mismo tiempo que empezamos a llevar a los peques al colegio, que engrasan las violas (o lo que hagan con ellas, que yo sólo conduzco) y que buscamos esas zapas mágicas que les convertirán en los reyes del colegio sin que nos tengan que embargar la casa.
En mi caso, la reflexión veraniega ha ido acompañada de muchas conversaciones con amigos. Repartidas entre Palencia, Marbella y Asturias, he tenido largos paseos con muchos amigos e intensas charlas con mi mujer, que me soporta más de lo que merezco. He recordado el pasado, he planificado el futuro, he trabajado en la necesaria apertura del mercado del autobús de larga distancia, y he terminado el duelo.
La muerte de mi hermano, en octubre pasado, me supuso un golpe del que nunca me recuperaré. Pero una cosa es saber que siempre estaré incompleto porque siempre me faltará mi gordito, y otra cosa es entender que hay un periodo de aceptación inevitable, de duración indeterminada y que puede ser muy, muy difícil pasar página.
En mi caso, el duelo comenzó tras el diagnóstico. Aunque en mi familia hubo una vertiente optimista, un glioblastoma multiforme de tipo 4 es casi en cada caso una sentencia de muerte. Carlos supo desde el principio de la partida que estaba en modo imposible y pudimos dar algunos pasos para hacer las paces con una situación de mierda.
He mirado muchos tutoriales sobre cómo pasarte el duelo, que esto es más difícil que un juego de From Software, y las cosas básicas pasan por:
Hablar de la muerte. Check. Lo hago con mis hijos a menudo. Les insisto en que la pérdida no nos puede llevar a la negación y les invito a transmitirme cualquier duda que puedan tener. Aunque soy más ateo que Nietzsche después de que Dios matase a sus padres a la salida de ver la peli del Zorro, mis hijos se están educando en el budismo, y es Desi la que se ocupa de la parte metafísica.
Evitar la negación. Check. Escribo sobre ello, hablo sobre ello. Ha sido un evento fundamental en mi vida e intento trasladaros mi percepción sobre la situación para evitar aislarme y para que quienes me leen no tengan la tentación de preguntarme cómo estoy. Si ya lo has visto en el Twitter, cordero.
Aceptar mis sentimientos. Check. He pasado por todo, incluyendo acompañar el momento más duro de mi vida con un cese injusto inspirado en un meme ridículo, un anciano con pintas de ser muy, muy corrupto, y otras cosas de las que no puedo hablar todavía. En esta etapa he aceptado todo tipo de sentimientos. Si tuviese agún midicloriano en sangre hubo momentos en los que Yoda se habría preocupado fuertecito. Pero hablé con una consejera de duelo y básicamente me puso una medallita de “persona sensata que lo está pasando mal y hace bien preguntándose si necesita ayuda, pero que en realidad está mejor de la cabeza de lo que parece”.
Cuidarme y a mi familia. Check. He bajado peso, he empezado a hacer más ejercicio y he rejuvenecido trabajando con los mocetones de FlixBus, que me hacen sentir viejuno pero, al mismo tiempo, me contagian de su energía zetannial, o como se diga. Cocino para los míos, me metí en el “tínder del pádel” -PlayTomic, orgullosa aplicación patrocinadora oficial de la mediana edad-, e intento mantenerme ocupado con proyectos locos.
He intentado ayudar a otras personas a lidiar con la pérdida. Check. Fundamentalmente, a mis padres, los únicos que me ganan en el divertido concurso de quien ha sufrido más por esto, empatados con mi querida cuñada y mi sobrino. He intentado ser fuerte para ellos incluso cuando no me veía demasiado bien. Y eso, que en parte es enmascarar, también es un poco ‘fake it ‘til you make it’. A base de aparentar ser el fuerte y de buscar en Google coches de siete plazas para no dejar a nadie atrás, a lo mejor son ellos los que me han dado algo de fuerza. Not bad.
Celebrar la vida del fallecido. Estoy ya dando vueltas a cómo hacer un fiestote familiar en recuerdo de Carlos. Los tanatorios son la mierda y me gustaría celebrar la vida de mi hermano juntos y felices, no llorosos en un entorno impersonal y chungo, tratando de esconder todas las cruces en un espacio de despedida que debería ser aconfesional y en el que me hicieron sentir como si fuésemos la familia Drácula y a mi hermano, en lugar del cáncer cerebral, se lo hubiese llevado el puñetero Van Helsing.
Como en el inicio de cualquier peli de tarde, hasta que me quedé sin hermano no terminé de asumir que en cualquier momento puede tocarte la parca. Y no me refiero a un sorteo de Barbour. Me refiero a la Muerte de las Ratas, el Gran Igualador, el personaje que habla en mayúsculas, la Calaca, Patas de Alambre y la líder renuente de los motociclistas Daño corporal grave, Crueldad hacia los animales, Personas realmente molonas y Pisar excrementos de perro -todo esto sale en Good Omens, aunque tendréis que leer el libro porque pese a que estaban en el guión al final se cayeron de la serie.
Eso me llevó a tomar una decisión muy sencilla: cumplir todos mis deseos fáciles. En una tira de Calvin y Hobbes, nuestro niño favorito le pregunta a su tigre de peluche qué deseo pediría. Cuando le responde que un sandwich, Calvin explota. Qué desperdicio de imaginación. Él habría pedido un trillón de billones de dólares, su propia nave espacial o un continente. En la última viñeta se ve a Hobbes comiendo un sandwich. “Yo he cumplido mi deseo”, sugiere, frente a un Calvin fastidiado.
Tuve esta idea, pues. No tan poderosa como juntar un grupo de personas remarcables para descubrir si podrían convertirse en algo más, ver si podrían trabajar juntas cuando necesitásemos que luchasen las batallas que están fuera de nuestro alcance. Mi idea no da para una saga de películas de pijamas ni para un libro de autoayuda. Consiste, únicamente, en comer sandwiches. Asegurarme de no dejarme nada en mi lista de cosas pendientes. No hablo de los jefes finales. Hablo de farmear. De acabar todas las misiones de recadero o escolta. Coger todos los iconos para apuntarme logros sencillitotes en la Play y que cuando sólo quede la última batalla pueda hacerlos sabiendo que le saqué partido a mis setenta euros.
Melenote
Es fácil soñar con bajar en sumergible al Titanic, pero la experiencia nos ha demostrado que fácil, lo que se dice fácil, no es. Tampoco barato. Lo que sí es fácil es dejarse el pelo largo. Cuando era ñajo, mi yo metalero quería tener más pelo que el que adorna a Borja Pavón, pero me crecía un matojo grasiento y negro como ala de cuervo que, al crecer, se me pegaba por toda la cabeza y me hacía parecer Casco Oscuro. Descubrí el sexo antes que el acondicionador. Y probablemente una cosa llevó a la otra. Con los años, siempre pensé que las canazas le darían más volumen a la cosa y no me equivocaba. Ha sido un año interesante en el que llegué a tener frondosa melena. Todo para descubrir por qué no me interesaba lo más mínimo seguir teniéndola.
Porque lleva mucho trabajo. Cuando tienes el pelo blanco tienes que lavarlo a menudo con productos más morados que la detective Irene Montero buscando restos orgánicos con luz negra en la escena de un descuartizamiento. Además, debes peinarlo a menudo. Y por comodidad, educación, y la inexorable fuerza del viento, conviene llevarlo recogidito al curro.
Así, cuando he tenido el pelo largo las más de las veces no parecía que lo tuviese. Especialmente porque la federación oficial de Quidditch sigue proponiendo mi frente como estadio oficial de los magos ibéricos. Tener pelazo para parecer Verbal Kint es un contrasentido.
Por ello, este verano he llegado a la conclusión de que el objetivo era cumplir sueños fáciles, no aferrarse a ellos. Hacer el check en la lista e ir al peluquero con una foto del Capitán Pike para pasar a lo siguiente.
Nuevas misiones
Si todo va como espero, en octubre iré al festival de Sitges, otro de mis sueños idiotas. Tengo que buscar un medio que me acredite, eso sí, porque quiero la experiencia total y los fiestotes, a costa de retomar siquiera temporalmente mi viejo oficio. En mi defensa, puedo decir que he cubierto profesionalmente otros festivales de cine en el pasado 🙂. Mi amigo Robbie, que acumula récords en el festival de marras, me ha dicho que me acompaña. Si no se raja, en unas semanas nos iremos a mirar cómo se derraman litros de vino de malvasía y beber sangre. O lo contrario, que ya me lío.
Así que lo dicho: Cumplid sueños fáciles, no os quedéis a vivir en ellos, liquidad todas las misiones secundarias, repasad todos los tops de Borja en Eurogamer en homenaje a mi hermano y dad las gracias si vuestra vida es más un juego de Bioware que uno de FromSoftware.
Terminad bien el verano, amiguitos. Se os quiere.