Mi extraña obsesión con los mormones (III): American Primeval
En el que utilizamos la nueva serie de Netflix para hablar de los pioneros, masacres, conspiraciones para taparlas y cosas que suelen olvidarse al mencionar su historia.
Mi última NL sobre mi obsesión mormona me llevó a recibir dos mensajes preciosos. En uno, un periodista al que admiro mucho me propuso colaborar con un artículo a cuatro manos del que ya os hablaré. En el otro, mi amigo Alfonso me animó a ver la miniserie de Netflix American Primeval, recién salida del horno y que en EEUU ha tenido un éxito brutal.
En los siguientes párrafos no haré spoiler de nada de lo relacionado con la trama que no sea estrictamente histórico, pero os recomiendo ver al menos el primer capítulo antes de poneros con esto para que comparéis mejor los hechos históricos con la narrativa. Nótese el chiste de que para la versión doblada hayan usado el título ‘Érase una vez el Oeste’, que se había quedado libre porque la peli de Sergio Leone fue llamada en España ‘Hasta que llegó su hora’.
Ambientada en 1857, la serie dirigida en su totalidad por Peter Berg —que ha rodado muchas series estupendas y no merecía ser recordado sólo por Battleship y Hancock— dramatiza las luchas por el territorio de Utah entre pueblos nativos, colonos mormones y no mormones, y el gobierno federal.
Es un western brutal y sangriento que funciona como una secuela de ‘The Revenant’, con el que además de guionista comparte a uno de los protagonistas. Se trata de Jim Bridger, el mismo aventurero que dio por muerto a Hugh Glass (Leo) tras el ataque de un oso y que pondría en marcha, años después, Fort Bridger, un puesto comercial en Utah.
La serie habla mucho de los mormones, ofreciendo un relato crudo y realista de sus pioneros y tratando dos temas que normalmente se omiten en los medios de su iglesia: la violencia que estos ejercieron para controlar el territorio de Utah, especialmente contra los nativos, y la importancia de la poligamia, que fue uno de los elementos que, mucho más que la esclavitud, facilitó la persecución religiosa de este culto.
Por supuesto, la serie se ha granjeado críticas instantaneas por parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (IJSUD). Uno de los elementos cruciales de la historia es la masacre de Mountain Meadows, un hecho real que activa todas las líneas argumentales de esta ficción histórica. En concreto, entre los mormones hay una gran resistencia a aceptar que Brigham Young estuviese implicado directamente en los hechos. Algo que, a decir verdad, se ha dicho más que se ha demostrado. Es bastante seguro que fue consciente de los mismos y que dijo cosas que pudieron alentarlos, pero su nivel de implicación no está claro en la vida real. En la serie, en todo caso, queda como un villano sensacional.
La omisión de los nativos es tradicional por los mormones a la hora de ignorar que su búsqueda de Sión, la tierra prometida que es su propia expresión de la teoría del “destino manifiesto”, se construyó, como en general en EEUU, sobre los cadáveres de los nativos.
Alyssa Grenfeld, una influencer exmormona a quien conocí gracias a mi mujer, de la que ya os hablaré con más detalle y que ha sido fundamental para animarme a comenzar esta serie de historietas, destaca esta falta de nativos como una característica tradicional de las narrativas de la IJSUD. No puedo dejar de recomendaros su vídeo sobre American Primeval y agradecer que haya incluido muchas fuentes que me han sido de utilidad a la hora de pergeñar estas líneas. .
En su propia experiencia, habla de cómo en algunas prácticas culturales mormonas como los ‘Pioneer treks’, la recreación de la experiencia pionera, y en festividades como el Día del Pionero, es tradicional omitir a los pueblos nativos de la ecuación. .
El retrato de Brigham Young es polémico por algo. He hablado en otras NL de que era un racista convencido, pero no de cómo fue crucial para que el grupo de mormones al que controló llegase a controlar todo un Estado. Y en esa época eso no se hacía sin mancharse las manos de sangre. Curiosamente, conviene recordar que los mormones se instalan en Utah cuando todavía era territorio mexicano, antes de la compra por EEUU, y que la IJSUD tenía mucha experiencia en ser perseguida y ver a sus líderes asesinados. No creo que sea discutible que tenían motivos para temer la interferencia del Gobierno Federal.
Por supuesto, estas persecuciones se basaban en su idea de Sión. Si llegas a los sitios y los vas proclamando tu lugar elegido para la unidad de destino en lo universal, lo normal es que la gente se mosquee. Era habitual no sólo la imposición a los nativos, también el control inmediato de administraciones por el mero hecho de que, cuando llegaban en grupo a los sitios, eran tantos que tenían votos suficientes para controlar a los representantes públicos. Tener muchos hijos era una necesidad política para los mormones, y muchos han tratado de justificar la poligamia desde ese punto de vista. Escribiré sobre eso largo y tendido más adelante.
Young se hizo con el control de la denominación mayoritaria frente al propio hijo de Joseph Smith tras alegar que Dios le había elegido, y después de que quienes asistieron a su toma de control llegasen a decir que se había transfigurado asumiendo la voz e imagen del propio Smith. Un truco que han usado algunos otros líderes mormones con el paso de los años. El Young que aparece en la serie era ya gobernador del Territorio de Utah, pero en esos momentos había decretado una ley marcial y estaba preocupado de que el Ejército le quitase de enmedio.
La masacre de Mountain Meadow fue un evento muy significativo porque hubo víctimas blancas y porque fue, a todos los efectos, una cagada. Los intentos en taparla y callar a las víctimas lo empeoraron todo. Muchas de las cosas que aparecen en la serie son pura ficción, pero la esencia era muy similar.
Aún así, no podemos olvidar otros episodios complejos de esa época, como la masacre del Río Provo, en el que murieron y fueron decapitados y esclavizados muchos indígenas Timpanogos. La guerra de Wakara, años después, fue otro conflicto considerable, si bien aquí todo era bastante más turbio y los mormones básicamente derrotaron a una tribu que controlaba el tráfico de esclavos en la región.
Es justo decir que los mormones, perseguidos en sus inicios, desarrollaron una mentalidad paranoica que los llevó a adoptar medidas agresivas para protegerse y a contar con sus propias fuerzas armadas, la Legión de Nauvoo, que tiene un papel fundamental en la serie. No voy a ponerme a establecer paralelismos con otros grupos perseguidos y masacrados por su religión que se hayan mudado a otro lugar sagrado y que se hayan hecho especialmente expeditivos a la hora de tratar con los vecinos, pero vosotros podéis hacerlo si queréis.
Cinco días en siete minutos
En la matanza de Mountain Meadow los mormones, disfrazados y acompañados de nativos piutes, sitiaron a la caravana durante cinco días y luego masacraron a los viajeros, excepto a 17 niños. Que hubiesen sido 18 si no hubiese sido porque decidieron que una niña que tendría unos 10-12 años sabía demasiado, lo que les llevó a ejecutarla. La serie American Primeval presenta el evento de manera mucho más apurada, omitiendo la meticulosidad y duración del asedio, hasta qué punto fue traicionero en algunos momentos, así como el mayor número de supervivientes o el hecho de que dichos niños fueron cuidados por familias mormonas -aparentemente sin mucho tino- hasta que los reclamaron sus familiares.
La iglesia mormona no dudó en culpar a los nativos, pero hubo mormones juzgados más adelante y en 1877 se ejecutó a uno de los responsables, John D. Lee. El robo de objetos pertenecientes a las víctimas ayudó a la hora de determinar culpas. Brigham Young excomulgó también a participantes de la masacre, pero es justo pensar que su propia actitud tuvo algo que ver con la decisión de llevar a cabo el ataque. En su testimonio, Lee afirmó:
"Tuve la asistencia de mucha gente en Mountain Meadows. Creo que la mayoría de los que estuvieron conectados con la masacre, y tuvieron parte en la lamentable transacción que ha ennegrecido el carácter de todos los que fueron ayudantes o participaron en el mismo, actuaban bajo la impresión de que estaba ejecutando un deber religioso. Yo sé que todos actuábamos bajo las órdenes y del comando de los líderes de la Iglesia; y firmemente creo que la mayoría de los que tomaron parte en los procedimientos, consideraban un deber religioso el obedecer sin cuestionar las órdenes que habían recibido. Que estaban actuando en un sentido de deber hacia la Iglesia Mormona”.
La masacre alcanzó a la opinión pública en 1872 y es uno de los momentos más oscuros de los mormones a lo largo de su historia. Si bien conviene reflexionar en cuántas masacres de todo tipo, con más víctimas, se han producido en nombre de otros credos o por personas que los profesan. La iglesia mormona no reconoció la masacre y se disculpó por ella hasta 2007.
En la serie tiene un papel fundamental la canción ‘Come, Come, Ye Saints’, que habla de la esperanza y aceptación de la muerte, hablando de la alegría y paz que se encontrarán en el más allá, frente a las dificultades manifiestas en el “más acá”. Aquí la tenéis en la versión del Coro del Tabernáculo Mormón:
En la serie es fundamental, como hemos dicho, el papel de Jim Bridger, y el interés de Brigham Young en hacerse con él. La parte geoestratégica de ese interés está bien reflejada en la miniserie, dado que era cierto que tener menos puestos comerciales dificultaba el paso por las tierras en las que los mormones habían encontrado cobijo, y que el Ejército lo usaba para aprovisionarse. Sin embargo, conviene señalar que esta negociación se produjo un par de años antes de la masacre.
Aunque en la serie no ignoran el hecho de que había otros mormones en la caravana, sí que omiten los motivos. Pero este punto fue considerado como muy importante por Mark Twain cuando mencionó el caso en su autobiografía ‘Roughing It’, con el que vamos a cerrar esta parte de mi extraña obsesión:
Las persecuciones que los mormones sufrieron durante tanto tiempo —y que consideran que aún sufren al no permitírseles gobernarse a sí mismos— han tratado y siguen tratando de vengarlas. La ahora casi olvidada "masacre de Mountain Meadows" fue obra suya. En su día, fue muy famosa. Todo Estados Unidos se dolió por sus horrores. A continuación, algunos detalles refrescarán la memoria del lector.
Un gran convoy de emigrantes procedente de Misuri y Arkansas pasó por Salt Lake City, y algunos mormones descontentos se unieron a él en busca de la protección que les ofrecía. Ese hecho, por sí solo, era motivo suficiente para una represalia violenta por parte de los líderes mormones. Además, estos 145 o 150 emigrantes desprevenidos procedían en parte de Arkansas, donde un destacado misionero mormón había sido asesinado recientemente, y en parte de Misuri, un estado recordado con execraciones como un amargo perseguidor de los santos cuando eran pocos, pobres y sin amigos. Estas eran razones adicionales sustanciales para la falta de amor hacia estos viajeros. Por último, este convoy era rico, muy rico en ganado, caballos, mulas y otras propiedades. ¿Y cómo podrían los mormones mantener su ansiada semejanza con las tribus de Israel y no apoderarse del “botín” de un enemigo cuando el Señor tan manifiestamente lo había “entregado en sus manos”?
Por lo tanto, según el entretenido libro de la señora C. V. Waite, The Mormon Prophet (El profeta mormón), ocurrió lo siguiente:
“Una ‘revelación’ de Brigham Young, como Gran Arquitecto del Universo o Dios, fue enviada al presidente J. C. Haight, al obispo Higbee y a J. D. Lee (hijo adoptivo de Brigham), ordenándoles reunir todas las fuerzas que pudieran reclutar y confiar, seguir a esos malditos gentiles (así decía la revelación), atacarlos disfrazados de indios y, con las flechas del Todopoderoso, eliminarlos completamente, sin dejar a nadie que pudiera contar la historia. Si necesitaban ayuda, se les ordenaba contratar a los indios como aliados, prometiéndoles una parte del botín. Debían cumplir con diligencia y sin negligencia su deber y ser puntuales en enviar los equipos de vuelta antes de que llegara el invierno, porque ese era el mandato de Dios Todopoderoso”.
El mandato de la “revelación” fue fielmente obedecido. Un gran grupo de mormones, pintados y disfrazados de indios, alcanzó el tren de carretas de emigrantes a unos 300 kilómetros al sur de Salt Lake City y lo atacaron. Pero los emigrantes levantaron terraplenes, convirtieron sus carretas en fortalezas y se defendieron valientemente y con éxito durante cinco días. Un caballero de Misuri o Arkansas no teme mucho a las escuálidas excusas de “indios” que ofrece la parte sur de Utah. Estaría dispuesto a enfrentarse y luchar contra quinientos de ellos.
Al final del quinto día, los mormones intentaron una estrategia militar. Se retiraron al extremo superior de los "Meadows" (praderas), volvieron a vestirse como civiles, se lavaron la pintura y luego, fuertemente armados, bajaron en carretas hacia los emigrantes sitiados, portando una bandera de tregua. Cuando los emigrantes vieron llegar a hombres blancos, dejaron caer sus armas y los recibieron con vítores. Y, sin duda inconscientes de la poesía del acto, levantaron a un niño pequeño vestido de blanco en respuesta a la bandera de tregua.
Los líderes de los oportunos “salvadores” blancos fueron el presidente Haight y el obispo John D. Lee, de la Iglesia mormona. El señor Cradlebaugh, quien cumplió un mandato como juez federal en Utah y luego fue enviado al Congreso desde Nevada, relató en un discurso en el Congreso cómo estos líderes procedieron a continuación.."Se profesaron en buenos términos con los indios y los representaron como muy enfadados. También propusieron interceder y resolver el asunto con los indios. Después de varias horas de parlamento, habiendo (aparentemente) visitado a los indios, presentaron el ultimátum de los salvajes: que los emigrantes debían marcharse de su campamento, dejando atrás todo, incluso sus armas. Los obispos mormones prometieron traer una fuerza y escoltar a los emigrantes de vuelta a los asentamientos. Los términos fueron aceptados, ya que los emigrantes deseaban salvar las vidas de sus familias.
Los mormones se retiraron y posteriormente aparecieron con treinta o cuarenta hombres armados. Los emigrantes salieron marchando, las mujeres y los niños al frente, los hombres detrás, y la escolta mormona en la retaguardia. Cuando habían avanzado aproximadamente un kilómetro, a una señal convenida, comenzó la masacre. Casi todos los hombres fueron abatidos con la primera descarga de los guardias. Solo dos lograron escapar, pero fueron perseguidos por 240 kilómetros hasta que los alcanzaron y mataron. Las mujeres y los niños corrieron unos 200 o 300 metros más, pero fueron alcanzados y masacrados con la ayuda de los indios.
Solo diecisiete personas del grupo de emigrantes fueron perdonadas, todos ellos niños pequeños, siendo el mayor de ellos de tan solo siete años. Así, el 10 de septiembre de 1857, se consumó uno de los asesinatos más crueles, cobardes y sangrientos de nuestra historia”.
El número de personas asesinadas por los mormones en esta ocasión fue de 120.
Con una temeridad inaudita, el juez Cradlebaugh abrió su tribunal y procedió a hacer que los mormones respondieran por la masacre. Y qué espectáculo debió ser verlo a él, este veterano sombrío, solitario y orgulloso en su valor, mirando con desdén a su jurado mormón y al público mormón, alternando entre el desprecio y “lanzando amenazas y muertes”.
Un editorial del Territorial Enterprise de esa época dice sobre él y la ocasión:
“Actuó y habló con la valentía y resolución de un Jackson; pero el jurado no logró acusar ni siquiera informar sobre los cargos, mientras se oían amenazas de violencia en todos los rincones e incluso se insinuaba un ataque contra las tropas estadounidenses si persistía en su curso de acción.
Al descubrir que no se podía hacer nada con los jurados, los despidió con una mordaz reprimenda. Luego, actuando como magistrado instructor, comenzó su tarea en solitario. Interrogó testigos, realizó arrestos por todas partes y creó una consternación en los campamentos de los santos mayor que cualquier otra vivida antes desde que la aparición de los mormones. En los últimos informes, ancianos y obispos aterrorizados estaban huyendo para salvar el cuello, y se estaban haciendo revelaciones de carácter impactante que implicaban a las más altas autoridades de la Iglesia en numerosos asesinatos y robos cometidos contra los gentiles durante los últimos ocho años”.
Si Harney hubiera sido gobernador, Cradlebaugh habría recibido apoyo en su labor, y las pruebas absolutas presentadas por él sobre la culpabilidad mormona en esta masacre y en numerosos asesinatos anteriores habrían provisto ataúdes gratuitos para ciertos ciudadanos, junto con la ocasión de usarlos. Pero Cumming era el gobernador federal, y él, bajo un curioso pretexto de imparcialidad, buscó proteger a los mormones de las demandas de la justicia. En una ocasión incluso llegó a publicar su protesta contra el uso de las tropas estadounidenses para apoyar las actuaciones de Cradlebaugh.
La señora C. V. Waite concluye su interesante relato de la gran masacre con la siguiente observación y un resumen adjunto de los testimonios —y el resumen es conciso, preciso y fiable:
“Para el beneficio de aquellos que puedan estar dispuestos a dudar de la culpabilidad de Young y sus mormones en esta transacción, se presenta aquí el testimonio recopilado y las circunstancias detalladas que no solo implican, sino que confirman su culpabilidad con ‘pruebas tan sólidas como las Sagradas Escrituras’:
La evidencia de los propios mormones implicados en el asunto, como muestran las declaraciones del juez Cradlebaugh y el subalguacil estadounidense Rodgers.
La omisión de Brigham Young de incluir cualquier mención del evento en su informe como Superintendente de Asuntos Indígenas. También su fracaso en aludir al evento desde el púlpito hasta varios años después de ocurrido.
La huida a las montañas de hombres de alto rango en la Iglesia y el Estado mormón cuando este caso se sometió a investigación judicial.
La falta de cobertura en el Deseret News, el órgano oficial de la Iglesia y el único periódico publicado entonces en el territorio, que no mencionó la masacre hasta varios meses después, y solo para negar la implicación de los mormones.
El testimonio de los niños salvados de la masacre.
Los niños y las propiedades de los emigrantes encontrados en posesión de los mormones, y esa posesión rastreada hasta el día después de la masacre.
Las declaraciones de los indios de los alrededores de la escena de la masacre: estas declaraciones fueron corroboradas no solo por Cradlebaugh y Rodgers, sino también por numerosos oficiales militares y por J. Forney, quien en 1859 era el Superintendente de Asuntos Indígenas del Territorio. A todos estos, los indios les hicieron tales declaraciones de manera libre y frecuente.
El testimonio de R. P. Campbell, capitán de los Dragones, quien fue enviado en la primavera de 1859 a Santa Clara para proteger a los viajeros en el camino hacia California e investigar los ataques indígenas”.