La fiebre del negacionismo de las infraestructuras
En el que hablamos de cómo negar lo evidente es un fenómeno que se ha generalizado por parte de todos, a la vez, en todas partes.
Durante mi etapa en el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana tuve ocasión de descubrir algo que me parecía imposible: el negacionismo de las infraestructuras. ¿Cómo puedes negar las infraestructuras? ¡Pero si existen! En el mundo entero somos un ejemplo de construcción de infraestructuras, y un referente especialmente en lo que tiene que ver con la Alta Velocidad. ¿Cómo se pueden negar entonces? Se pueden discutir las ideas, y el populismo puede polarizar a las personas. Pero ¿también puedes poner en duda cosas que están construidas con acero y balasto y que puedes ver con tus propios ojos?
Esta idea, que me formuló por primera vez la recomendable cuenta de @gusiluz, se vio refrendada cuando un compañero del Ministerio, obsesionado con el resultado electoral, dijo algo en una reunión que se me quedó clavado: “Las infraestructuras no ganan elecciones, pero pueden hacer que las perdamos”.
En una llamada de teléfono reciente con un compañero periodista intenté contrastar con él las bases teóricas de este artículo. Inicialmente, su tendencia era la de rechazar mis argumentos. ¿Cómo es posible que en Galicia, con la Alta Velocidad llegando ya al territorio gracias al desbloqueo de proyectos que llevó a cabo Adif tras la irrupción de Isabel Pardo de Vera esto no se traduzca en reconocimiento ciudadano y, posteriormente, en votos?
Algunas de las razones que le expuse no tenían que ver con el susodicho negacionismo. Tienen que ver con que las infraestructuras en España están demasiado politizadas. Aunque nadie sabe quién inaugurará las cosas, casi todos los políticos tienden a acusar a su competencia electoral de haber hecho las cosas mal y son patológicamente incapaces de reconocer los méritos de la gestión ajena. Así, tiende mucho más al éxito quien se limita a jugar con lealtad y parsimonia la partida política que quien se dedica con brío a buscar acuerdos transversales y sacar adelante los proyectos. En un discurso que leyó hace unos meses, Pardo de Vera dijo que uno de los peores consejos que le dieron antes de iniciar su etapa como secretaria de Estado fue el de alguien que le recomendó que no hiciese nada, que hacer cosas era malo en política, que se limitase a dejar pasar el tiempo. Ella nunca siguió el consejo. Estoy tan orgulloso de haber trabajado para ella…
Pero el negacionismo ha surgido con fuerza en los últimos años y es una fuerza sobrecogedora, fácil de asociar a fenómenos de desinformación, populismo y negación de la realidad retroalimentada por burbujas de eco. Se me ocurren distintas expresiones del mismo.
- Negar las fechas. Es muy importante discutir las fechas de puesta en marcha de los proyectos. Un señalado político gallego de la oposición discutía, apenas unos meses antes de la llegada de la AV a Galicia, que ésta fuese a ser posible en las fechas comprometidas. Y llegó. Por supuesto, no pasó nada. Los medios gallegos no se lo recordaron. Simplemente estuvo una temporada llamando de gratis incompetente a la gente que estaba trabajando a favor de su CCAA y supongo que algo calaría. En Asturias, donde está todo casi listo para la puesta en marcha de una variante cuyos trabajos han resultado eternos y donde las promesas vacías se han ido sumando, un mínimo retraso en la puesta en marcha, que tendrá lugar este año salvo catástrofe, ha provocado enormes expresiones gestuales. La oposición azuza, el Gobierno local se ve obligado a mostrar firmeza frente al Estado y al final el mensaje que llega es el de un nuevo gran retraso, cuando estamos hablando de cosas mínimas y de flecos, ya con la infraestructura terminada después de un último empujón impresionante por parte de los equipos.
- Negar el proyecto. Una vez que la puesta en servicio está en marcha, preferiblemente el día después de la inauguración, toca criticar todos los avances conseguidos, a ser posible sin conocimientos técnicos sobre por qué se han hecho las cosas, y sin pensar en las ventajas en materia de tiempos que los ciudadanos pueden ya disfrutar. En Galicia tienes un tren que te lleva a Madrid desde Vigo en algo más de cuatro horas. Cuando lleguen los Avril, ese tiempo se reducirá por debajo de las cuatro horas.
Los gallegos que utilizan el servicio saben lo que supone eso, pero también escuchan mucha polémica al respecto reflejada en los medios. Que no tienen necesariamente la culpa, porque sólo reflejan declaraciones y filtraciones. Pero lo cierto es que el impacto mediático de las cosas buenas gigantes se reduce a un día y el periódico no se llena solo el resto del año. ¡La variante de Cerdedo no llega! ¡La salida sur de Vigo no se hará! ¡Tenemos que pasar por Santiago para llegar a Vigo!
Es muy importante para la práctica del negacionismo salir en defensa de proyectos paralelos y vendérselos a los medios como soluciones. “¡Necesitamos ancho internacional entre Ourense y Santiago!”. Por supuesto, siempre habrá asociaciones ferroviarias y académicos, con sus propios intereses, en los que señores que llevan años fuera de juego creen que sus ideas valen más que las de quienes tienen responsabilidad sobre las cosas. Imagina un mundo en el que las noticias sobre ciencia tuviesen como fuente principal a médicos de pueblo jubilados. Bienvenidos a mi vida durante los últimos años.
Una promesa que me hice hace tiempo fue que, cuando terminase mi etapa política, defendería siempre la labor de los técnicos y los altos funcionarios de la Administración que sacan adelante las cosas. Podéis tomarme la matrícula.
- Negar la ocupación o los precios. Si los trenes van llenos hasta la bandera, y los precios disponibles son altos, es muy importante que se destaque como algo que bordea lo criminal. Si quiero viajar a Vigo en AV mientras escribo estas líneas, tendré que pagar más de 100 euros para hacerlo. Si quiero hacerlo el mes próximo, serán sólo 30 euros. Lo que para cualquier medio de transporte parece normal, en el tren hay que señalarlo como elemento de discriminación entre territorios. Por supuesto, si en lugar de eso los trenes van vacíos se debe a que se han “tirado” miles de millones en infraestructuras inútiles. Por cierto, si mientras escribo estas líneas quiero viajar a Vigo también puedo hacerlo en BlaBlaCar (37€, 6h10m), autobús (59€, 8h), o avión (126€, 1h5min). Pero nadie suele hablar de eso.
- Negar a las personas. En todo buen negacionismo con base política hay que denostar al rival político. A veces, puedes hacerlo tú mismo. Otras veces, tienes a medios encantados de hacerte el juego. Un caso reciente fue una polémica absurda por una denuncia en el canal ético de Adif contra una persona a la que debemos mucho, aunque casi nadie le conozca. Ésta se hizo, se investigó y se descartaron irregularidades. Pero dicha denuncia consiguió así poner en duda la reputación de un ser humano que sufrió mucho por ello.
Tras la salida de Isabel Pardo de Vera del Ministerio he leído tantas cosas absurdas como cuando ocupaba la secretaría de Estado. “La echaron por la liberalización de las torres” ¿WTF? Eso pasó por Consejo de Ministros y obviamente la ministra lo sabía. Como estaba en trámite de audiencia pública, se podía haber retirado o modificado sin necesidad de cesar a nadie. “Era cuota de Podemos” Es verdad que se llevaba bien con todos los partidos, pero decir eso de alguien a quien nombró por primera vez el PP resulta curioso. Además, Pardo de Vera hizo públicas sus opiniones sobre la gestión de precios en el alquiler, y diría que no estaban muy alineadas con la del partido morado. “Había acaparado mucho poder en el Ministerio?” ¿Cómo? Tuvo el mismo desde el primer día hasta el último. Y así seguimos.
- Negar a tu país. En Galicia es tristemente popular reflejar cualquier cosa que digan los vecinos portugueses. Que son gente estupenda, hacen francesinhas contundentes y tienen liberalizados los autobuses. Pero que no cuentan con un kilómetro de Alta Velocidad construido en el Atlas de la UIC. Hacerles caso en este tema es como pedir imitar las políticas de EEUU relacionadas con armas o sanidad.
- Negar los costes. La Alta Velocidad en España ha salido barata. De verdad, sólo hay que mirar un poco los trabajos de Alon Levy al respecto o seguir los escritos de Roger Senserrich. Cada artículo que escribe sobre la gestión de infraestructuras en EEUU es un refrendo automático de nuestra política de inversiones. No digo que sea intachable, digo que si se compara a lo que se ha hecho en otros países, creo que en general se han hecho bien las cosas. Porque España, además, es un país perfecto para la AV. Una vez que Madrid se ha convertido en una pasante, y no un fondo de saco, y con las fortísimas inversiones en los corredores atlántico y mediterráneo, vamos en la dirección correcta.
- Negar Chamartín (y Otero de Sanabria). Puedo entender que haya políticos levantinos que quieran ir a Atocha para terminar su trayecto al lado del Congreso, o que haya turistas que prefieran nuestro vibrante centro cultural. Pero que haya empresarios levantinos que prefieran Atocha a Chamartín se me escapa. Honestamente, creo que criticar Chamartín es un suspenso en geopolítica madrileña. Aquí cualquiera sabe que Chamartín es mucho más centro económico, a dos pasos de las cuatro torres, de Plaza de Castilla, del Bernabéu, de Azca, de municipios como Las Rozas, Alcobendas o San Sebastián de los Reyes, y que su futuro pinta bien con la nueva estación, Madrid Nuevo Norte y la futura estación pasante.
Pero además es que en esta polémica se les olvida siempre que Chamartín fue desde el principio la cabecera prevista para los servicios de Levante, desde su primer estudio informativo, que hay muchos españoles que llevan yendo a Chamartín sin pestañear y sin quejarse durante décadas y que ir desde Chamartín hasta Atocha se hace en nada usando las Cercanías.
Lo de protestar que haya una estación de AV en Otero de Sanabria está explicado de sobra, aunque cada cierto tiempo me lo encuentro en Twitter. Es por el PAET. Punto.
- Negar la realidad. Nunca se construyeron trenes que no cabían por los túneles. Nunca se gastó ni un euro de más por ello. Sólo hubo un retraso en la renovación de la flota regional de ancho métrico. Pero el zampaengráulidos se impuso, mucha gente se lo creyó y aún hoy se lo cree. Os sorprendería la cantidad de veces que sigo teniendo que explicarle esto a la gente. El ayuntamiento de Algeciras, a día de hoy, sigue pidiendo en su web trenes fantasma que, incluso de existir, no cabrían en su red.
Estos son algunos de los ejemplos de negacionismo que se me ocurren. Seguro que vosotros conocéis más. Ojo, que no quiero decir que no se hagan mal las cosas, o que todo sea perfecto. Ni mucho menos. Muchas de las cosas que he comentado suponen reivindicaciones interesantes que deben plantearse o ya están sobre la mesa. Lo que sí os puedo garantizar, como exempleado del Ministerio, es que se hacen las cosas mejor de lo que pensáis. Y que si tengo que hablar sobre estos temas en el futuro no será nunca negando la mayor, sino de forma constructiva y preguntando a la gente que lleva el volante.