El penalti de Julián, los mormones y uno de los mecanismos de las ‘fake news’
En el que hablamos de las batallas del eco y de lo fácil que es quedarnos encerrados en nuestras propias burbujas.
Durante los últimos días hemos vivido un caso fascinante que nos sirve de ejemplo perfecto de uno de los mecanismos que suelen estar detrás de la formación de ‘fake news’, y que encaja perfectamente con mi reciente obsesión con los mormones: la existencia de cámaras de eco que suponen un blindaje contundente contra la realidad y estimulan la defensa acrítica de cualquier argumento falso sin más objetivo que mantenerse alineado con un corpus preestablecido de creencias, sean éstas ciertas o no.
Los menos futboleros me disculparán que, al menos durante unos párrafos, intente explicar la parte balompédica.
Se trata, como podéis imaginar por el titular, de la furiosa reacción de cierta afición atlética contra la decisión arbitral, cruel pero justa, de anular la pena máxima por doble contacto en la tanda de penaltis que sirvió para resolver el partido de octavos de final del que fueron finalmente eliminados por el Real Madrid. Esta acción fue confirmada a través de un vídeo por la UEFA, reafirmada por el árbitro, reconocida implícitamente por el propio jugador en su señorial felicitación al rival blanco, y cuenta con numerosos antecedentes prácticamente idénticos. Por contexto, conviene señalar que además se había ignorado un penalti claro contra Brahim, jugador madridista, pocos minutos antes.
La intensísima reacción contraria se basaba en argumentos absurdos como la (inexistente) falta de claridad en las imágenes del VAR que sirvieron para tomar la decisión, la supuesta falta de precedentes (en realidad, abundantes) en situaciones similares, y la frustración (comprensible) que supone terminar así una eliminatoria tan importante, pero sin tener en cuenta decisiones anteriores del árbitro que les fueron favorables, o el hecho de que la tanda de penaltis continuó con otros fallos, tanto madridistas como atléticos.
Todo ello permitió a los aficionados y periodistas adictos recurrir al habitual victimismo y sacar del armario una panoplia de mensajes heredados en una narrativa habitual. “Robo clarísimo”, “así gana el Madrid”, “atraco”, “con el Real Madrid llueve sobre mojado”, “así saca la UEFA más dinero por los derechos de los partidos”, “es infamia de la historia del fútbol y una vergüenza”, “da igual cuando veas esto, otro robo del Real Madrid”.
Alexis María Martín-Tamayo Blázquez, aka Mr. Chip, nada sospechoso de madridista, hizo una reflexión más que interesante en uno de sus vídeos:
Lo que no puede ser es que de cada polémica que haya en torno a un partido del Real Madrid recuperemos el relato de las ayudas, de las conspiraciones, de los robos, de siempre lo mismo, etcétera, etcétera. Y más aún cuando esa acción está bien arbitrada. Porque al final va a ser como el cuento de Pedro y el lobo: "Que viene el lobo, que viene el lobo, que viene el lobo", y el lobo no venía nunca. Y claro, el día que vino el lobo, pues nadie les creyó y pasó lo que pasó. Pues esto es un poco lo mismo. Si tú con cada polémica arbitral alimentas una y otra y otra vez un relato, pues claro, cuando de verdad exista ese error arbitral, no te lo van a echar en cuenta porque simplemente van a decir: "Ya está otra vez el mismo pegando voces".
Quede claro que muchos madridistas habrían hecho exactamente lo mismo en caso de que la situación se hubiese decantado del otro lado. Ni siquiera puedo garantizar que yo no hubiese sido uno de ellos.
¿Y qué demonios tienen que ver los mormones con esto?
La reactivación de mi afición por los mormones tiene mucho que ver, como ya os conté, con una influencer exmormona de la que me habló mi mujer, Alyssa Grenfell. Grenfell es un exponente interesante de la comunidad exmormona o ‘exmo’, autora de ‘Cómo dejar la Iglesia Mormona’ y una creadora de contenidos con un talento, dedicación a la investigación y sentido común realmente sorprendentes.
En su recomendable canal de YouTube, Grenfell ha tenido ocasión de entrevistar a otros excorreligionarios, como Nemo el Mormón, y en muchas de estas entrevistas se trata de un tema relevante: cuando tu sentido de pertenencia se debe en parte a las creencias compartidas con una comunidad determinada, cualquier intento de ser crítico y no someterse a la norma te lleva a ser excomunicado como John Wick.
¿Creen todos los mormones algunos de los aspectos más discutibles de su religión, como que los nativos americanos no son blancos porque les castigó Dios? Diría que no. Pero en grupos de creencias organizadas es fundamental mantener una férrea adhesión y evitar siempre la disonancia. Crees en lo que te interesa y no prestas demasiada atención a las cosas más disparatadas. Porque, desde un punto de vista personal, participar en esta comunidad les sale a cuenta y su inversión emocional ha sido gigante durante años.
Volviendo brevemente al fútbol, el periodista de El Mundo Iñako Díaz-Guerra ha sido uno de los atléticos más sensatos de la comunidad, reflexionando siempre con espíritu crítico sobre los problemas de su club, y especialmente sobre la insidiosa persistencia del Frente Atlético, uno de los grupos ultra más violentos que quedan en España, pese a los esfuerzos para erradicarlos que han hecho otros clubes, como el F.C.Barcelona.
Esto ha hecho que su figura sea denostada por algunos aficionados atléticos, que prefieren a los periodistas que replican sus argumentos, tengan estos sentido o no. En muchos aspectos, es más fácil y cómodo decir a una comunidad lo que quiere escuchar que dar noticias o plantear debates incómodos. Por eso el verdadero periodismo es tan necesario, tan escaso y la profesión está tan denostada.
Un componente crucial para estas comunidades del eco tiene que ver con la fijación de la agenda. Los mormones pueden decir que tener familias de postal es más importante que el hecho de que Brigham Young fuese un racista, o que la irreal homogeneidad de sus comunidades es más relevante que la discriminación con la que tratan a los miembros homosexuales de su Iglesia. O, como dicen ellos, personas que sienten “una atracción sexual por personas del mismo sexo” que no les impiden formar parte de la Iglesia siempre y cuando no cedan a esa “inmoral” atracción.
Esa fijación de la agenda hace que los terraplanistas utilicen cualquier argumento idiota para justificar sus pamplinas frente al consenso científico, que los antivacunas se agarren a cualquier frase sacada de contexto de cualquier estudio desacreditado para poder seguir mejorando las posibilidades de matar a sus hijos o nietos por el sarampión, o que los fans de la homeopatía hagan lo imposible para que no quede claro que están pagando una cantidad de dinero realmente descabellada para comprar cosas con el mismo valor terapéutico que un vaso de agua del grifo.
Y hay veces en las que los conspiranoicos tienen parte de razón. Que la tierra era redonda fue, durante una temporada, la opinión conspiranoica.
Durante años, hubo entre el madridismo un movimiento en el que se hablaba del Villarato, del saldo arbitral y del apoyo estadístico claro del que había disfrutado el Barcelona durante años. Siempre estuve en contra y me pareció una sandez, hasta que saltó el caso Negreira, con la constatación de que el Barcelona pagó durante años al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. Eso me hizo pasar de la zona más tibia del madridismo a la comunidad que critica un sistema arbitral que mantiene entre sus filas a los herederos del “Negreirato” y que reclama una limpieza del sistema para preservar la credibilidad de la competición.
Reconociendo que ésta es hoy mi propia cámara de eco, hoy creo que los antimadridistas son muchísimo más eficaces a la hora de determinar qué temas son importantes, y que esa eficacia ha contribuido a la “lloronización” de mi club. Porque cada decisión medio razonable que toma LaLiga y cada arbitraje medio razonable hace que, según la cámara de eco de la oposición, tengamos que dejar de lado, olvidar o justificar los constantes sistemas de financiación irregulares de nuestro principal rival, las mentiras obvias a su afición, las ventas simuladas de activos, la inscripción ilícita de jugadores con apoyo del Gobierno, el odio indisimulado de los presidentes de LaLiga y la UEFA al del Madrid, la instrumentalización del racismo sistémico, la implicación en el VAR de un accionista en activos del principal rival, o que hoy sigan arbitrando muchos de los mismos colegiados a los que promovió Negreira a través de un sistema de ascensos y descensos más que mejorable.
Un ejemplo de fijación de agenda es decir que como el árbitro Mateu Lahoz reconoció un error a favor del Atlético en la temporada 2014, el relato de 17 años pagando a Negreira no se sostiene. No se quiere comprender que la corrupción sistémica instalada en aquellos años no tuvo necesariamente que ver con la compra de partidos, o que no impidió errores arbitrales genuinos. Simplemente se generó un sistema perverso de incentivos por el cuál favorecer al Barcelona tenía premio.
Y ésa es la clave del agenda setting: insistir en qué temas hay que fijarse y que tienen que ser exactamente los que tú dices. Por eso mismo expliqué antes lo del penalti a Brahim: Si se hubiese pitado, y el Madrid lo hubiese metido, ni siquiera habría habido tanda de penaltis y la polémica de Julián no se habría producido. Pero el antimadridismo consiguió fijar en la agenda que lo realmente discutible había sido el penalti anulado y no el que no se pitó previamente. Es la batalla por el relato de las cámaras de eco. Y aqui el relato se come al dato con patatas.
Quienes nos dedicamos a la comunicación sabemos que suele ser crucial ser el primero que plantea los debates para enmarcarlos de la forma que más te convenga. Pablo Casado dejó de ser el presidente del PP porque su oposición logró que “el caso de corrupción del hermano de Ayuso” se convirtiera en “el caso de espionaje en el PP”. Después se hizo algo parecido con todo lo que rodeaba a la presidenta madrileña. Consiguieron que el caso pasase a girar en torno al fiscal o los periodistas que informaron del caso. Donald Trump, por ejemplo, es un experto en la fijación de agenda. Inunda la opinión pública de debates absurdos de manera que el debate democrático se queda bloqueado por el exceso de cosas a las que prestar atención.
Cuando estás dentro de una cámara de eco es casi imposible tener más agenda que la de la mayoría. Es lo que hace que pervivan creencias irracionales. Incluso a veces es obvio que la perpetuación de esas creencias se retroalimenta con aquello que las provoca. Quizá el Real Madrid es el equipo que siempre gana porque hay tanta convicción en que es así que incluso sus jugadores terminan enganchados a la narrativa y ganando contra todo pronóstico. Por eso el Barcelona tiene tanta facilidad para poner a jugadores del filial. Al final, las culturas corporativas no dejan de ser una forma de cámaras de eco.
Inmerso como estoy en mis propios ecos, al menos intento leer siempre posturas contrarias, bien para entender a mis rivales, bien para cambiar de postura cuando toca.
En mi día a día me enfrento a una burbuja de eco peculiar. Un sistema de autobuses de larga distancia, diseñado desde el franquismo para beneficiar a una corporación más malévola que MomCorp, en el que sus distintos stakeholders se repiten mutuamente una serie de doctrinas fácilmente desmontables e insostenibles desde el punto de vista racional, bien porque esperan recompensas económicas futuras de la corporación de marras, bien porque su comunidad se ha repetido tanto sus mentiras mutuamente que son incapaces de analizar más datos que los que confirman sus propios sesgos. Es casi imposible de desmontar debido a una peculiar combinación entre tiempo que lleva funcionando, esclerotización de sus componentes e incentivos visibles e invisibles.
Otra peculiaridad de las cámaras de eco es que son razonablemente fáciles de identificar desde fuera, pero muy complicadas de quebrar desde dentro. Y que cuando alguien sale de la misma termina siendo un activista en contra, precisamente porque ante la desactivación de los incentivos, económicos o filosóficos, que te mantenían en su interior, entran en juego otros muy distintos. Como el rencor por haberlos perdido, la sensación de abandono o la existencia de incentivos externos a atacar la que fue tu burbuja. Si pierdes una comunidad como la mormona, pero YouTube al menos te permite generar una comunidad y ganarte la vida como creador de contenidos exmo, pues bienvenido sea.
Es lo que hace que cuentas como Arrepentidos de Milei tengan sentido. La percepción del antiguo insider que arremete contra la estructura de la que formó parte no deja de ser apasionante.
¿Son malas las cámaras de eco?
No necesariamente. Me gusta pensar que la gente a la que quiero vive en una camarita en la que saben que son amados y que merecen la pena. En la maravillosa serie ‘Win or Lose’ de Pixar, lo mejor que han hecho en años, llegan a representar una burbuja mágica alrededor del campo de softball. Un constructo casi mágico generado entre todos los participantes, basado en la deportividad, el amor al deporte y el respeto mutuo.
Como persona criada en el catolicismo recuerdo perfectamente lo que suponía cantar himnos y sentirme parte de algo más grande que yo mismo. Supongo que mucha gente se siente feliz en esos entornos, ya en una campaña electoral, en un estadio o en una manifestación contra la guerra.
Como personas sociales, nos movemos entre cámaras de eco de distinto tipo. La de tus compañeros del padel, tu club de hamburguesas o tus colegas de aquel periódico ya desaparecido. A veces tenemos que hacer pequeños ajustes cognitivos para entrar en ellos y recordar las viejas consignas, los temas que no podemos tratar, y prepararte para descubrir que más gente a la que aprecias tiene opiniones muy distintas a las tuyas pese a que sabes que sus valores no son tan diferentes.
De esta forma, debemos movernos entre las burbujas de eco con nuestra propia escafandra, regulando la presión y teniendo en cuenta que, si nos quedamos a vivir en ellas, si ponemos demasiado de nosotros mismos en cada una de ellas, terminaremos renunciando a nuestro criterio, que no deja de ser esa escafandra que nos permite formar parte de distintos grupos sin caer en el fanatismo. Sin criterio, nos resultará casi imposible salir de nuestras burbujas sin asfixiarnos.