“Camionero”, la película
Idea para peliculón en el marco de la celebración de la fiesta de las yoya… DE LOS ÓSCAR. Buscamos productora interesada en historia de auge y caída. Cualquier parecido con la realidad, coincidencia.
Empieza la película. Cine español del bueno. Después de varios logos de las entidades y televisiones colaboradoras, nos encontramos con el rótulo de la película. “Camionero”, con especial énfasis en las comillas. El tema principal se titula también Camionero. Es un encargo especial a Vengamonjas. Si nos aseguramos de que mientras lo componen esté sonando de fondo el ‘jingle’ de Canyonero, en Los Simpsons, muchísimo mejor.
Paquito está en un bar de Albacete. Nada glamuroso. De alterne, si al director le parece conveniente. Aunque es cutre, los camiones de la entrada nos dicen que ahí se come bien. Le vemos de espaldas. Tiene los codos en la mesa y las manos sobre la frente sudada ante una ajada mesa de metal cubierta de facturas. Antes de llegar hasta él, la cámara ha hecho énfasis en su Mercedes en el aparcamiento del bar. Un coche ostentoso, una señal de poder que contrasta sin embargo con la fortaleza de los grandes vehículos de transporte pesado que lo rodean.
La cámara se va acercando a él. Nos encontramos con Carlos Areces, y vamos descubriendo su figura a medida que la cámara le rodea, ataviado con unas patillas prominentes y un chaleco acolchado. Algo pasado de peso pero sin una obesidad excesiva. Masculla mientras piensa en cómo salir del lío en el que está metido. Tiene un rictus de preocupación, como si Ana Belén no quisiese cantar con él una canción. El espectador no lo sabe todavía, pero Paquito López ha dejado en la calle sin indemnización a varios camioneros y ha quebrado la empresa que heredó de su padre.
Se acerca a él un camionero que le increpa. Le acusa de haber mandado a la calle a sus compañeros. Le insulta. Por un momento, ves que a Paquito se le iluminan los ojos. Hay algo en la dignidad de su interlocutor que le llama la atención. Tiene razón, por supuesto que tiene razón. Es un momento eureka, el descubrimiento de una misión. Paquito descubre cuál será superpoder: echar la culpa al Gobierno de su fracaso. Empieza a farfullar que la culpa es de los grandes transportistas y del ejecutivo “socialcomunista”, que no sabe cómo cambiar el orden de las cosas para poder mantener su actividad. Usa un lenguaje llano y directo, cosas que parecen verdades si te las dicen mirándote a los ojos y no has leído gran cosa. Le crees, como cuando tu madre te juraba que había que esperar dos horas para poder bañarte después de comer si no querías sufrir un corte de digestión.
El camionero, estupefacto, intenta responder. Señala que si los trabajadores se uniesen y mostrasen fuerza frente a sus clientes en lugar de pelear siempre por las migajas, ofreciendo constantemente precios más bajos que el de al lado, a lo mejor no estarían siempre en líos. Que si todos se negasen a hacer la carga y descarga, nadie la haría. Incluso le recrimina no ser ya un transportista de verdad. “¿Dónde está tu camión? ¿Qué haces tú en la vida?”. Pero Paquito ha dado con la tecla. Está abstraido. Su poder ya no está en trasladar mercancías de un lado hacia otro. Su poder está en luchar contra el Poder en mayúsculas. “Estás a sueldo del poder”, zanja la conversación con su interlocutor. El camionero vino a por lana y salió trasquilado. Nuestro protagonista apura su carajillo y sale del bar. Tiene algo en mente.
Ya en casa, abre su viejo ordenador y escribe la dirección de Facebook en el navegador. A partir de ahí, un montaje de vídeos colgados en distintas redes sociales en los que se dirige a los camioneros y les pide unidad. Cada vez es más directo. Vemos que sus capacidades como portavoz van mejorando y que el contador de sus visitas en Facebook va subiendo poco a poco. En paralelo, se va imponiendo hasta ocupar la presidencia de una pequeña asociación radical, el Movimiento para la Defensa de los Camioneros de ESPAÑA.
Sin embargo, su avance es lento y su Movimiento, bastante chusco. Va ganando peso muy poco a poco y cada vez ingresa más dinero de cuotas, pero sigue siendo una voz muy menor en el sector. Empieza a asistir a reuniones de Voz, un partido político ultraderechista en alza. Se deja fotografiar en eventos con vírgenes de madera, rodeado de dirigentes ultra. Tienen todos cara de estar todos muy satisfechos de lo mucho que odian cosas.
Insulta en redes sociales a conocidos activistas gays de la televisión, al presidente del Gobierno y a todo el que considera su enemigo. Su círculo personal es pequeño y local, pero sus redes sociales le permiten llegar a cualquier sitio. Sus ojos tienen hambre. Un ejemplo lo tenemos en esta conversación, mantenida con su estrecho colaborador, Ovidio, interpretado por Raúl Cimas, que empezará la película como su seguidor más fiel.
- Paquito, esto no arranca. No estamos logrando nada y las asociaciones patronales de toda la vida siguen tan fuertes como antes. Y te empeñas en que no nos unamos a la PNTC. Si no estamos ahí, no hay forma de que cambiemos nada. Ellos son los que hablan con el Gobierno. Tenemos que hacer campaña para intentar entrar fuertes.
- Las cosas han cambiado. Vivimos en tiempos de redes sociales. Un día no eres nadie y al día siguiente lo eres todo. Tenemos que esperar a ser virales. Hay gente que está agotada. ¿Y para qué asociarnos? ¿Para que esté claro que somos cuatro gatos? ¿Para ser los últimos de la fila? ¿Unos matados? No. Si decimos cuántos somos estamos mostrando nuestra debilidad. Cuando llegue nuestro momento, podemos ser el Anonymous de los camioneros. A nadie le importa cuántas personas hay en un movimiento transversal que arma bronca si ven que crece. Y nosotros estaremos al frente. Yo estaré al frente. Porque la gente necesita un líder.
-¿Y serás tú ese líder? ¿Tú por qué?
- Eso es lo bueno de este nuevo mundo. Seré yo porque sí.
Punto de giro
Ya en el segundo acto nos encontramos con una serie de catastróficas desdichas. Una pandemia global, tempestades de nieve, lluvias de barro, sequía galopante y, cuando parece que nada puede ser aún más difícil, se desata una invasión de Ucrania por parte de Rusia que contribuye a disparar los precios del crudo. Los de las materias primas y la energía ya venían altos de antes, pero se produce una tormenta perfecta que provoca un descontento real entre trabajadores de muchos sectores. Los transportistas, entre ellos.
Es el momento clave de la película. Si podemos gastar lo suficiente para usar el Lose Yourself de Eminem, replicaremos poco a poco su estructura en imágenes. Mientras mira su televisión de chorrocientas pulgadas, en slips pero sin quitarse el chaleco, con un paquete de Pringles aferrado con tintes metafóricos y con su piel sudorosa poniendo a prueba la resistencia de un sofá de cuero marrón, Paquito se da cuenta de lo que ha sucedido. Es su momento. Un momento único.
Si sólo tuviera una bala, una oportunidad
para conseguir todo lo que siempre ha querido en un momento
¿La atraparía o la dejaría pasar?
De vuelta a la realidad. Adiós a la gravedad. Aquí va Paquito con su primer vídeo de la nueva era. Se atraganta y se enfada consigo mismo, pero no va a rendirse con facilidad. No. No lo hará. Sabe que tiene la espalda contra las cuerdas pero eso le alienta. Está en racha. Y lo sabe. Un póster de Julio Iglesias se lo confirma desde la pared. “Y lo sabes”.
Sabe que la Plataforma Nacional de Transporte por Carretera está ya negociando con el Gobierno. En diciembre ya consiguieron muchos avances, evitaron un paro general de más de 150.000 empresas que habría destrozado la economía. Está convencido de que en esta ocasión volverán a lograr que les ofrezcan medidas suficientes como para impedir una nueva crisis. A menos que él haga algo. Tiene una ventana de oportunidad para aprovechar el descontento de los trabajadores y romperlo todo. Abajo lo viejo, arriba yo. Si no puedo besar a la chica, la mataré. Si la interlocución no es mía no será de nadie.
A estas alturas, ya le dice a todo “compañero” con el que se encuentra que si quebró su empresa no fue porque fuese un pésimo gestor, sino por culpa del Gobierno. “Pero si cuando quebraste los precios del diésel estaban bajos” “Del Gobierno” “Pero a lo mejor si no te hubieses gastado miles de euros en caprichos…” “Del Gobierno”.
Convoca paros a escala nacional y empieza a reunirse con asociaciones de autónomos TRADE y muy pequeñas empresas para conseguir su respaldo.
Algo consigue. ¿Qué pueden hacer unos cientos de camiones? Inicialmente, muy poco. Aquí nos encontramos con el típico momento de la película en el que el antihéroe no consigue inicialmente su objetivo. Parece que está destinado al fracaso. Nadie se hace eco del paro. Sólo le siguen el juego los medios, que insisten en llamar a un puñado de camiones “el sector del transporte” o “los transportistas” Y en llamar “huelga” lo que en justicia es un “paro patronal”.
Es entonces, en el momento álgido de la película, cuando Paquito da la orden. “Que se desate el infierno. Si no basta con que paremos nosotros, haremos que paren los demás. Id a por ellos”.
Es el momento para el típico plano a lo Scorsese en Casino, explicando medidas intimidatorias. Pinchazos de neumáticos, rotura de lunas, amenazas a los conductores y a sus familias…
Voz en off a la DeNiro: “La Guardia Civil no sabía cómo detenernos, porque no dejábamos de decir que era una huelga y teníamos que hacer que se lo creyesen. Pero no, no lo era. No teníamos los mismos derechos que los huelguistas. Si nosotros poníamos piquetes era ilegal y el ejecricio de la violencia podía llevarnos a prisión. Pero si gritábamos mucho que era una huelga y que todo esto era legal, no se atreverían. Podían habernos dado un homenaje a Pau Donés, pero nos libramos de todo. A cambio del sacrificio de unos cuantos pringados, toda España vería el tamaño de nuestras pelotas. Que estábamos dispuestos a hacernos valer. Muchos compañeros nos verían como héroes frente a un sistema injusto”.
-¿Y el resto, Paquito? ¿Quienes vayan por esto al cuartelillo? Un compañero ha intentado quitarle la pistola a un agente de paisano y se ha llevado un tiro por accidente. ¿Esto es lo que buscamos?
-No puedo ser un héroe sin mártires, Ovidio.
Es importante que, en estos últimos momentos del segundo acto, Paquito empiece a subir el tono. A medida que le llaman “presidente”, él empieza a sentirse presidente de verdad. Presidente de su propio gobierno. O de su desgobierno. Cuanto más le aclaman, más convencido está de lo que dice. Transmite realidad porque se ha comido sus propias mentiras.
Ovidio, cada vez más, le mira como Jim mira a Michael Scott en The Office. ¿Quizá tendría sentido que la película tuviese el formato de falso documental?
Es importante que aquí el director vaya haciendo evolucionar a Areces. Que empiece la película más encogido, haciéndose pequeñito, y que cada vez más, al final, aparezca siempre erguido y con la cabeza cada vez más alta. Nunca imponente y, al final, rozando lo napoleónico.
El segundo acto termina con actos de violencia, detenciones, neumáticos pinchados, talleres a reventar, lineales vacíos en los supermercados. Marcas de yogures diciendo que no podrán seguir fabricando, Nesquik tirado por el suelo en un homenaje a la coca de Scarface. Paquito ve todo esto desde la pantalla de su portátil, tirado en la cama de casa, como un Ozymandias de pacotilla, y sonríe.
Tercer acto
Empieza con una reunión del resto de transportistas con el Ministerio. Explican por qué, pese a que han conseguido todas las reivindicaciones históricas del sector y están trabajando muy duro para conseguir nuevos avances, el paro sigue vigente. En una conversación de pasillo muy sorkiniana, un asesor y un representante de los transportistas hablan de lo que está pasando.
-La federación que representa a los pequeños transportistas está nerviosa. No os podéis reunir con Paquito, o no sin hablarlo con nosotros y con ellos. Son extremistas. No están interesados en mejorar las cosas, sólo quiere quitarles tantos asociados como puedan. Están perdiendo asociaciones de algunos territorios.
-Pero los medios no dejan de decir que no nos reunimos con los transportistas. Nos está haciendo daño. ¿Quién no quiere sentarse con “los transportistas”?
-Esto os ha pillado en medio. Os insultan a vosotros pero la guerra es contra la interlocución reglada con el Ministerio. Si negocias con ellos, nos tendrás a nosotros en contra. Tienes que elegir. Y la única opción legal es la nuestra. Lo demás es entregarse a la masa.
-¿Pero cómo es posible que ese tipo siga movilizando gente? He visto cómo, en los últimos meses, habéis conseguido absolutamente todo lo que pediais, o todo lo que era legalmente posible. ¿Cómo es posible que sigan hablando de que no se ha hecho nada? ¡Es mentira!
-Se ha formado un culto a la personalidad en torno a Paquito. Mucha de esta gente vive del camión, no puedes exigirnos a todos que comprendamos las complejidades de estas medidas. Mis asociados no son tontos, pero esto es muy complicado. Tú y yo sabemos lo que hemos conseguido negociando, pero hasta que todos los trabajadores lo vean reflejado él va a seguir ganando poder. ¿Le estás viendo en las noticias? Exige reuniones con la ministra. Y no reuniones entre su Movimiento y la ministra. Quiere ser él. A toda costa. Quiere aparecer como el que ha resuelto un problema en el que otras personas llevan meses trabajando. Cuando sólo ha contribuido a incendiarlo.
-Pero está claro que es un fanático de ultraderecha…
-Claro que beneficia a la ultraderecha. Él, en concreto, es un oportunista que no encaja en otro sitio más que en la ultraderecha. Pero mucha gente que le sigue no es de ultraderecha. Hay mucha gente normal ahí. Si les convertís en la extrema derecha, terminarán siéndolo por oposición. Todos los ultras dicen que les apoya gente normal. Y muchas veces es así. Gente cansada de mentiras. Gente triste. Gente que quiere un cambio. Dice que es apolítico, pero lo es como el Saza.
(Corte de José Sazatornil en ‘La escopeta nacional’: “Apolítico, total, de derechas, como mi padre”)
-Supongo que con los descontentos pasa como con los incendios. En cuanto se desatan, arden hasta el final. Ahora la pregunta es cuándo llegará el final.
-¿Cuánto podéis poner para el sector? ¿Podéis lanzar ayudas que todos podamos explicar en un par de tuits o en los grupos de WhatsApp? ¿Podemos anunciar descuentos en carburantes? Porque para vencerlo tienes que ser tan simple como él.
-Podemos intentarlo, pero hay muchas medidas, son complejas y cuesta trabajo…
-Tenemos que ser tan simples como él. No hay otra solución. ¿No ves los periódicos? Le llaman el mesías de los camioneros. Héroe.
-Pero es un falso mesías. Un jeta.
-¿Los hay de otro tipo?
A partir de ahí, empiezan a desglosarse todas las medidas que aprueba el Gobierno con otro montaje visual. Muy deprisa, porque son muchas. Si podemos pagarlo, quizá Ángel Martín pueda desglosarlas todas juntas en una recreación de su informativo de la mañana en Twitter.
Aún así, Paquito tiene un último momento de gloria, una reunión con algunos miles de chalecos amarillos en Madrid. Durante días, insiste en que tiene que ser él quien hable con el Gobierno y con “esa señora”, refiriéndose a una ministra. Desaparece Plataforma, sólo es él. El líder, el elegido, el mesías de los camioneros. “O me reúno yo con la ministra o aquí no vuelve nadie al trabajo”. Imaginería propia de La Pasión.
Consigue, incluso, una reunión en la que la ministra, lejos de negociar con él, se limita a explicarle el contenido del acuerdo firmado con los transportistas que de verdad querían resolver el problema.
Pero, finalmente, va perdiendo apoyos. Los trabajadores empiezan a trabajar. Comienzan a llegar las ayudas y a prepararse las normas que quedaban por aprobar. Paquito sigue gritando y unos cuantos siguen apoyándolo, pero los centros logísticos y los puertos se despejan. Desaparece el caos. Vuelve a haber leche en los lineales.
-Ovidio, te necesito esta tarde para un acto.
-Paquito, no puedo, estoy ocupado.
-¿Ocupado en qué?
-...
-¿OCUPADO EN QUÉ?
-Paquito, amigo, entiéndeme. Tengo que trabajar. Mi jefe acaba de decirme que me va a descontar estos días de las vacaciones. Que por supuesto que nos ha apoyado en el paro. Pero que quien algo quiere algo le cuesta. Paquito, me dice que llevo más de una semana de vacaciones en una rotonda y me estoy quedando sin ahorros. No puedo seguir así.
*Paquito cuelga el teléfono*
Está solo. Completamente solo. Apoyado sobre su Mercedes, ve pasar a decenas de camiones por delante. Vuelve a estar encogido y triste.
Fundido a negro.
Pero antes de cerrarse el plano, cuando todo está perdido, Paquito recibe una llamada por WhatsApp. Es ‘El Cid’ Hermida, el líder de Voz. Otro héroe de la clase trabajadora que no ha trabajado nunca. Un líder al que puede mirar a los ojos. Un igual. ¿Quim Gutiérrez?
-Hola, Paquito.
-Hola, Cid.
-Muchas gracias por todo. ¿Sabes que éste era sólo el principio, verdad? España te necesita -dice España con tanto vigor que en algún momento se le escapan gotas de saliva-. España siempre necesitará a gente como tú. Tenemos que hacer planes.
Créditos
En la escena poscréditos, ‘El Cid’ Hermida visita de noche la redacción del Nuevo Diario Madrid, un panfleto fundado por el viejo marido aragonés de una antaño pujante estrella de rumba catalana. En su despacho se encuentra su directora, Vanessa Rondón, interpretada por Natalia Verbeke. Durante los últimos años, ha apoyado cada causa venenosa que se le ha puesto por delante. Si parece de locos, ella lo hace suyo. Ha defendido a Rusia, ha criticado las vacunas, ha apoyado a grupos separatistas radicales, a delincuentes fugados de la justicia… Es incapaz de abrir la boca sin equivocarse. Y, aún así, tiene su público.
-¿Qué hace ‘El Cid’ aquí con alguien como yo? ¿No sabes que representas todo lo contrario de lo que yo defiendo?
’El Cid’ se acerca. Está casado, pero hay una tensión sexual irresistible. Su mujer es sólo una mujer, pero Vanessa es su reina. Una diosa sofista. Es la primera vez que se ven, pero se besan apasionadamente. Vibes de Randall Flagg.
-Tú no defiendes nada. Pero a partir de hoy me defenderás a mí. Había una idea. Paquito lo sabe. La idea era juntar a un grupo de gente destacada para ver si podían ser algo más, para ver si pueden trabajar para luchar las batallas que nadie más puede. Gente capaz de lo que sea por hacerse con las riendas. Gente sin más apetito que el poder por el poder. Hombres y mujeres capaces de combatir contra todo el que nos plante cara sin tener que seguir guías ni reglas. Llevas toda la vida deseando entregarte a una causa justa. Pero, si lo piensas bien, que sea justa ya no te importa. Lo único que quieres es pertenecer a algo. Has demostrado que la causa te da igual. Nadie ha querido comprarte tanto como yo quiero comprarte ahora. Te doy una oportunidad que nadie más te dará. Pertenece a Voz. Pertenéceme. Hagámonos juntos con España (vuelve a sonar excesivo, no sabe decir bien España).
Vanessa le mira. Coge su bolso y ambos salen del edificio. Las sombras les reciben.
Como verá el productor avispado, hemos planteado un Universo Cinematográfico Facha. Una especie de Injustice del fanatismo ultra. Esto nos permite combinar lo mejor del cine español con enfadar a Martin S y pedirle a Shyamalan que nos produzca una secuela.
En sucesivas películas vemos a ‘El Cid’ rescatando a personajes que han perdido la vista los principios fundamentales de la decencia básica y convirtiéndolos en un superequipo de villanos que se hace con el poder y comienza a implantar una distopía ¡o varias! ¿Podríamos tener a Javier Gutiérrez en una versión avejentada del Juan Robles de La isla mínima? Será una especie de Vamos, Venga, Vota, Arre Juan, pero sin límites. Al final de la Fase 1, la gran sorpresa es que ‘El Cid’ Hermida es un reptiliano.