Bog Iger, las infraestructuras y la lucha por el futuro
En el que vuelvo a ponerme ferroviario por un rato, pero a cambio os recomiendo un libro maravilloso sobre liderazgo que no debería faltar en vuestras estanterías.
Permitidme empezar con una disculpa. Este texto es aún más personal que de costumbre y he tenido tanto trabajo que me lo he tenido que llevar al domingo.
Dicho esto, permitidme comenzar con una recomendación, el maravilloso ‘The ride of a lifetime: lessons in creative leadership from the CEO of The Walt Disney Company’, escrito por Bob Iger. En Internet podéis encontrar un montón de reviews en las que te resumen el texto, o podéis comprar la edición en castellano, ‘Lecciones de liderazgo creativo’. Pero, si podéis, os recomiendo que os ahorréis atajos y vayáis al texto en inglés, que es sensacional.
Es un libro inspirador, divertido y apasionante escrito por un tipo muy brillante que tuvo que sustituir a Michael Eisner al frente de Disney. No sólo tuvo el papelón de reemplazar a un hombre fundamental para la compañía, un verdadero visionario, sino que hoy en día es difícil discutir que su legado es aún más importante. Si Eisner salvó a la compañía del agujero, Iger la proyectó hacia el futuro.
Uno de los mejores momentos del libro tiene que ver con el proceso de sucesión, en el que Iger parecía la opción continuista frente al declive que se notaba en la gestión de Eisner, erosionada por la oposición de Roy Disney o los problemas para renovar el contrato con Pixar. El hecho de que Iger hubiese sido el número dos de Eisner durante años le ayudó tanto como le perjudicó. El consejo de administración tenía que decidir quién iba a guiar a Disney en adelante, y puso en marcha un durísimo proyecto de varios meses de duración que afectó al ánimo de Iger. La alternativa que suponía gente como Meg Whitman y la sensación en el mercado de que se buscaba sangre nueva para liderar Disney y que el conocimiento de la casa no bastaba, le obligó a definir claramente sus planes para cuando se pusiese al frente de la compañía.
Le abrió los ojos una reunión con el consultor Scott Miller, que le dijo lo siguiente: “Esto tiene que ver sólo con el futuro, no con el pasado”.
“Puede parecer obvio, pero para mí fue una revelación. No tenía que rehacer el pasado. No tenía que defender las decisiones de Michael. No tenía que criticarle por mi propio beneficio. Era sólo sobre el futuro. Cada vez que me hacían una pregunta sobre lo que se había hecho mal en Disney durante los últimos años, qué errores había cometido Michael o por qué ellos tenían que creerse que yo iba a ser distinto, mi respuesta podía ser, de forma simple y honesta: ‘No puedo hacer nada sobre el pasado. Podemos hablar sobre las lecciones que hemos aprendido y asegurarnos de que aplicamos esas lecciones en el futuro. Pero no podemos volver a hacer las cosas. Queréis saber hacia dónde quiero llevar a esta compañía, no dónde ha estado. Y aquí está mi plan‘”.
Adif es una compañía que, a pesar de que existe con la nueva marca sólo desde 2005, heredó el CIF de la antigua Renfe, antes de su división, y mucho de su cultura de servicio público, de sacrificio y de innovación. Sin embargo, también recibió un regalo envenenado: aunque Adif no planifica las infraestructuras, y su responsabilidad pasa por ejecutarlas y administrarlas, cada promesa incumplida de un político en el pasado se convierte en una losa para nuestro presente. Siempre hay algo que echarnos en cara.
Da igual que en los últimos años Adif haya puesto a poner en marcha la maquinaria y esté trabajando con más energía que nunca, llena de ilusión por sacar adelante todo el trabajo que tenemos por delante y renovarnos en todos los sentidos. Poco importa que nuestra presidenta, Isabel Pardo de Vera, tenga más energía, conocimientos y dedicación que ninguna de las otras personas que han ocupado el puesto al menos en este siglo. A juicio de gente que sabe de esto en la casa, el único equivalente a su altura sería Julián García Valverde, que justo dejaba el puesto hace treinta años.
Sin embargo, cualquiera que quiera criticar al Gobierno, al ministro o a la propia Adif, siempre lo tiene fácil: Pueden decir que no hemos cumplido las promesas que hicieron otros.
Mucho de mi trabajo tiene que ver con leer artículos en los que se habla de que la entidad no ha cumplido con cosas, grandes o pequeñas. Algunas eran imposibles, otras eran patadas hacia adelante, muchas de ellas no tienen nada que ver con nosotros ni con nuestras competencias. Incluso cuando es verdad, no tienen la culpa quienes ahora están al frente.
Tanto es así que Isabel no ha dejado de reconocer, en cada entrevista que ha concedido en los últimos meses, que no le extraña que la gente no confíe en nosotros.
Hace poco estuve en Monforte de Lemos, en la presentación de un conjunto de obras que modernizarán la línea Orense-Monforte-Lugo y que suponen la mayor inversión en el ferrocarril regional en años. En muchísimos años. Por supuesto, no ha faltado quien ha dicho que en el pasado se prometió más y mejor. Como si hubiese gente que prefiriese comer promesas en lugar de lentejas.
¿Han acostumbrado tanto a la gente a las mentiras que cuando tenemos a gente trabajando de verdad en hacer lo que se puede, gente que respalda las palabras con actos, nos volvemos en su contra? Me gusta pensar que no. Que algunos políticos hacen sus guerras pequeñas y sucias de espalda a las personas y que la gente, al final, sabe distinguir entre el voluntarismo vacío y el sudor.
Un político regional debería ser alguien que lucha para cerrar las brechas y mejorar la vida de sus conciudadanos. No alguien que tira piedras a quien construye viaductos.
Celebro en unos días que llevo seis meses en Adif. Y reconozco que estoy admirado por las cosas que hacemos. El viernes tuve ocasión de conocer las obras del Vialia de Vigo (aquí tenéis algunas fotos) y creo que va a suponer una transformación maravillosa para la ciudad, que gracias a lo que han hecho mis compañeros va a disfrutar de una enorme plaza, un balcón y un punto de encuentro en torno al ferrocarril. Hablamos mucho de cómo queremos que las estaciones sean centros de vida. Éste es un ejemplo perfecto. Además, es una estación que nace pensando en la liberalización y en los espacios de los operadores que vendrán a competir con Renfe.
Y esa misma vocación la tenemos por toda España, en todos los territorios. En estos meses no he terminado aún de asombrarme con todas las cosas que estamos consiguiendo, o con todas las que tenemos aún por delante.
Hay demasiado trabajo que hacer, demasiado futuro en el horizonte, como para dejarnos arrastrar por las promesas de otros, por los fracasos de otros. No vamos a perder de vista nuestros objetivos ni a renunciar a ese orgullo de servicio público que emana de mis compañeros. No van a arrastrarnos al barro. Soportaremos escuchar la verdad que hemos dicho tergiversada por villanos para engañar a los necios. Pero también contaremos nuestra propia verdad, nuestros planes, y el futuro por el que trabajamos. Un futuro de hormigón, balasto, acero, energía y frecuencias.
No vamos a comprar Pixar, Marvel, Lucasfilm y Fox, pero tenemos alguna que otra sorpresa bajo la manga.
AND NOW, THIS…
La liberalización del tren, al acecho del Puente Aéreo, en ABC. Un repaso muy interesante.
Swiss se juega todas las cartas a la Semana Santa. Las aerolíneas están jugándose la vida.
Como mi prima es la cofundadora de Tebrio, una compañía alucinante que va a estar detrás de la revolución de las proteínas, ojo a este artículo sobre los límites de la carne. Que dicho así parece una película erótica de los setenta, pero nada tan interesante.
Esto de la variante de Aguadulce es importante y me alegra que haya sucedido. Aquí se explica bien.
Interesante esto de Talyn, eVTOL montada por antiguos ingenieros de Space X.
Mi hijo quería ver Godzilla vs Kong por su cumpleaños y es entretenida, siempre que el guión y la coherencia no te importen demasiado. Me creo mucho más la existencia de monstruos gigantes que se atizan que un Hyperloop entre California y Hong Kong.