‘Best-effort’
En el que hablamos de la fiabilidad de las redes, de WhatsApp o de por qué no tienes toda la culpa si tu hijo descuartiza señores en Tailandia o besa futbolistas sin permiso.
Durante años escribiendo sobre telecomunicaciones hubo un concepto que me fascinó y que aún hoy me resulta mágico: ‘Best-effort’. La idea de que incluso en algo que implica matemáticas, como son las telecomunicaciones, muchas veces sólo se hace lo que se puede. Que la cosa va de llenar el inexorable minuto con sesenta segundos de esfuerzo denodado, tengas o no moduladores de señal y cables RJ-45.
La definición prosaica de ‘Best-effort’ se refiere a servicios en red en los que no se ofrece garantía de reparto de los paquetes de información. O que ese reparto cumpla con una calidad de servicio establecida. En una red ‘best-effort’ todos los usuarios obtienen lo mejor que pueda dar la red en ese momento, y se pueden producir retrasos o pérdida de paquetes debido a factores como el exceso de carga de tráfico.
En internet, un ejemplo muy bueno de ‘best-effort’ es la conexión por ADSL o Internet a través del móvil. Tienes lo mejor que te puede dar la red en cada momento, pero la compartes con otros usuarios y nadie te garantiza nada. La fibra hasta el hogar, en cambio, es un servicio dedicado, como aquellos a los que sólo tenían acceso las empresas. Otro mundo.
En lo que a voz se refiere, ‘best-effort’ podía referirse también al tipo de conexión que cabía esperarse de servicios de voz a través de Internet como WhatsApp, con todas las salvedades antes señaladas, frente a la calidad en la señal que uno podía esperar de cosas como el venerado hilo de cobre. Con la debida salvedad de que, al menos una vez al año, incluso ésta demostraba su poco fiabilidad debido a las campanadas y la acumulación de buenos deseos.
En realidad, casi todos los servicios de telecomunicaciones que hemos tenido en la vida son ‘best-effort’, y sólo ahora sentimos cierta sensación de garantía cuando nos conectamos con nuestra fibra a chorrocientos gbps. Si el Baldur´s Gate 3 no se descarga satisfactoriamente y a toda velocidad antes de su estreno me sentiré muy frustrado. Porque a todo lo bueno uno se acostumbra.
Pero casi nada en la vida es fibra. Casi todo es ADSL y conviene entenderlo. En una compañía de autobuses puedes hacer el mejor trabajo de planificación del mundo, pero si tienes un atasco gigantesco e inesperado por un accidente, es muy posible que llegues tarde a recoger a clientes de paradas intermedias. Si se te queda el autobús tirado por una avería, es posible que tus clientes tarden más a llegar al destino. Shit happens. También pasa en las aerolíneas, donde literalmente el modelo de negocio pasa por vender más billetes de los que hay disponibles porque hay siempre un porcentaje de gente que no se presenta y porque por bien que hagas la predicción a veces fallas. Overbooking, la película.
Así, a veces el WhatsApp se entrecorta y a veces descubres que tu hijo ha descuartizado a un señor en Tailandia o ha besado por la fuerza a una campeona del mundo. Y si eres más del respeto a lo royal que de derechos humanos y feminismo, cambia eso último por alguna mención a lo de apretarse los testículos y limpiarse después en la Reina. ¿Se puede decir testículos en Substack?
Paternidad fugaz
Quizá os haya parecido un cambio de tema abrupto, pero es que la paternidad es así de fugaz. Hace tres días sujetaba con miedo a un bebé diminuto que teníamos que bañar en una palangana, anteayer taraeaba con ella Baby Shark y ayer mismo ya me estaba planteando complejas cuestiones anatómicas asociadas con Andrew Garfield y la postura del perrito porque quizá ‘Under the Silver Lake’ no es una película apropiada para su edad -reconozco que me acababa de leer la parte de las Meditaciones de Cine de Quentin Tarantino en la que te cuenta lo bien que le vino ver todo el cine de los 70 antes de cumplir diez años y me vine arriba-.
El caso es que entiendo muy bien que para el padre de Daniel Sancho probablemente haya habido una discontinuidad irreal entre bebé y descuartizador. Un momento habrá seguido al otro sin entender qué diablos ha tenido que ver él en todo esto, si de chico nunca se le pasó por la cabeza hacer trocitos a ningún doctor, se hacía la cama y en su casa no se enseñaban esas cosas.
Porque la paternidad es el ‘best-effort’ definitivo. Y eso cuando es ‘best-effort’ y no es un simple “half-assed-effort”. Además, a partir de cierto punto, amiguitos, los hijos dejan de ser parte de tus responsabilidades activas. Normalmente porque ellos pasan de tu culo, como decía ayer una columnista de Público con acierto. Sí son tu responsabilidad, aunque a veces no lo parezca, cuando dan patadas al señor del asiento de delante en un avión. Ahí puedes hacer algo. Lo son cuando se portan mal en público y tienes que controlarles. Lo son cuando en casa propia se portan peor que en la ajena y eso te frustra. Pero, al final, son ellos mismos. Son sus notas, sus novies, sus cuchillos de cuarenta centímetros y sus recreaciones amateur de Dexter.
A mi hijo le gustan cosas que jamás descubrió en casa. Le gustan porque son cosa suya. Algunas, desde muy pequeño. No sabemos de dónde han salido, son fieramente suyas. Lo mismo pasa con mi hija. Descubrió su amor por la viola cuando unos trotamúsicos fueron a tocar a su colegio y le ha dedicado un número considerable de años a la cosa. Yo apenas sabía qué diablos era el citado instrumento, y reconozco que le he cogido el gusto porque tengo hasta tres personas en casa que lo hacen cada vez mejor y mis únicas opciones eran aprender a apreciarlo o irme a vivir a otro sitio.
Puedes educar a tus hijos para que sean buenos y educados, para que respeten a sus mayores, para que compartan contigo sus problemas y entiendan que estarás siempre de su parte salvo si hay que meter trozos de cadáveres en una bolsa de basura. Obviamente, cuanto mejor padre seas más posibilidades hay de que tu criatura termine siendo una persona valiosa para la sociedad y no una que presione a los conductores del carril de la izquierda con su BMW. Pero nada impide un atasco cerebral o un overbooking relacional.
Quizá metiste al niño en el equipo de fútbol para que aprendiese valores y entendiese que perder no siempre es una tragedia. Pero si de ahí pasa a presidente de la Federación, a robar besos, a presionar deportistas, a obligar a aplaudir a empleados, a mentir, a colar bulos, a dudar de la palabra de la víctima o a interpretar que la Reina Letizia es una bayeta, pues dudo mucho que la culpa sea del todo tuya.
Probablemente aún piensas con él como en tu bebé, por más que ahora sea calvo y gigante, y sientas la tentación de hacer huelga de hambre por él en una iglesia para convertirte en un hazmerreir internacional. Especialmente si sólo lees a los cronistas que insisten en que todo se trata de una cacería de hombres ejecutada por malvadas feministas que dejan escapar a violadores, en lugar de la lógica exigencia de responsabilidades a un señor que, ganando en un año tanto como la media de los españoles a lo largo de veinticinco, anda corto de entendederas.
Pasas de enseñarle a tu niño el truco de las orejas del conejo para atarse las zapatillas a que venda nuestro fútbol a sátrapas con la participación de un jugador en activo en flagrante conflicto de intereses. ¿Cómo no va a ser duro?
Tiendo a no culpar a la madre de nadie por las cosas que hace su hijo, aunque todos sabemos que hay madres más machistas que la abuela de Scorsese. Cuando se atan al banco de una iglesia porque al niño le persiguen las feministas malas, lo hacen porque les enseñaron a ser así de pequeñas. Eso y que si no lloras muy fuerte en los entierros eres basura. A la gente que aún ve a Lorca como si fuese un libro de instrucciones hay que tenerle penica. Es como esos señores muy mayores que son terriblemente inapropiados con mujeres más jóvenes y a los que ellas tratan como si fuesen niños pequeños y no acosadores avejentados. Discriminación positiva basada en la edad.
Si ser mayor te da argumentos para protestar en Change.org de que quieres humanos en las sucursales porque no sabes utilizar la aplicación del banco y estás acostumbrado a hacer las cosas como se han hecho siempre, entiendo que también lo es para ser un poco inaceptable en ocasiones y montar jaleos en la parroquia de Santa Eulogia del Pico Inocente.
Porque el mundo va demasiado deprisa para mucha gente, Netflix hasta hace dos días era un servicio de alquiler de DVDs por correo y podías enseñar a tu pareja las facturas de la suscripción al artista antes conocido como Twitter sin que al ver el logotipo del sobre sospechase que es pornografía. O la web de matemáticas más rara del mundo.
El caso es que si en la vida muchas cosas funcionan ‘best-effort’, desde las inteligencias artificiales de los NPC hasta las mecánicas quick-time de los videojuegos, las manos de Midjourney o el servicio de reparto imaginario de Seur, la paternidad no va a ser menos. Para hacer puentes sí hacen falta certificaciones, porque si se caen es un lío y hay que poder echar la culpa a alguien. Pero hacer personas está al alcance de cualquiera y debe seguir siendo así por el mismo motivo por el que el voto de Rubiales vale lo mismo que el tuyo. Incluso más, si sigue empadronado en Motril.
Lo importante es entenderlo, respirar fuerte, coger de la mano a tus hijos y enseñarles todo lo que puedas con la mejor de las voluntades mientras haya algo que todavía depende de ti. Y, a partir de ahí, seguir apoyando, agobiarse lo justo y esperar siempre lo mejor. Sirva o no de algo.