Activa tu Ron Swanson interior
En el que nos pasamos a la autoayuda por un rato para explicar por qué Ron Swanson es uno de los mejores personajes de todos los tiempos y cómo resulta conveniente ser como él, pero sólo a veces.
Vivimos en un mundo cada vez más complicado en el que llegas a leer preguntas como ésta que hizo el bueno de Pablo Grueso en Twitter: “¿Cuántas veces tienes que avisar a un cliente de que se va a dar un "galletazo" para no sentirte culpable cuando se lo pegue?”. La respuesta, señoras y señores, es sencilla: “Una”.
Puedes sentirte mal porque no le salgan las cosas como tú querrías. Puedes luchar para que se hagan bien. Puedes recordar mil veces la advertencia a tu interlocutor si crees que puede ser mejor para todos. Pero la culpa, entendida como sentimiento de responsabilidad por un daño causado, debería desaparecer con una única advertencia bien expresada. Yo puedo dormir mal si no sale bien algo que me interesaba, pero si he avisado al menos una vez de los riesgos que lo amenazaron, mis problemas de sueño se deberán a la frustración o a la impotencia. Nunca a la culpa.
“Bajo mi tutela pasaréis de ser niños a hombres, de niños a gladiadores y de gladiadores a Swansons”
En un entorno en el que se escucha hablar de estoicismo hasta al seleccionador -si os interesa el tema os recomiendo ‘El pequeño libro de la filosofía estoica’-, vivimos domeñados por un sentimentalismo abrumador. O quizá la tendencia hacia el estoicismo viene motivada, precisamente, como reacción al mismo. Y ojo, que soy persona de muchas palabras, tirando a muy pesado, y nada tímido con la expresión de mis sentimientos y mis afectos. Pero creo que en las relaciones laborales y en ciertos aspectos de nuestras vidas es muy conveniente activar tu Ron Swanson interior.
Pero empecemos por el principio, porque quizá no sepas quién es Ron Swanson. Se trata de un personaje de la serie Parks and Recreation. Un señor que empezó a trabajar siendo un niño, con una mentalidad libertaria a menudo inspirada en Ayn Rand, una desconfianza patológica en cualquier Gobierno y una relación peculiar con sus exmujeres. Si no conocéis Parks&Rec, la tenéis en Amazon Prime y HBO Max y os recomiendo saltaros por completo la primera temporada. Es mi regalo navideño para vosotros.
La serie encontró su equilibrio cuando descubrió que su protagonista, Leslie Knope, una servidora pública extraordinariamente dedicada, necesitaba desesperadamente una serie de contrapuntos tan interesantes como ella misma. Cada uno de sus compañeros representará algo que no es Leslie. Pero el verdadero pilar de ese nuevo equilibrio es, precisamente, Ron Swanson. Su antagonista, jefe y amigo.
Si Leslie es expansiva, él es retraído. Si ella cree en cambiar las vidas de la gente a través de la acción del Gobierno, él cree que el Gobierno debería dejar de existir. Pero en su intransigencia existen rendijas, en sus armaduras hay grietas y la serie funciona, en buena medida, cuando habla de cómo ambos las rompen para hacer mejores sus vidas. De cómo el diálogo honesto entre distintas formas de pensar, sentir y opinar nos hace más grandes y no más pequeños.
Mentiría si dijese que no tiendo a ser una Leslie. Hipermotivado, charlatán, siempre en busca de nuevos proyectos, leal a mi gente, un poco loco y empeñado en ayudar a todos los que me piden ayuda… Mis enemigos, incluso, podrán culparme de ser un poco Tom Haverford por mi tendencia a la autopromoción. Pero a veces, sólo a veces, activo a mi Ron Swanson interior.
La parte perfeccionista, la parte gruñona, la que se precia del trabajo bien hecho y no tiene el menor interés en compartir con los demás aspectos personales de su vida. La parte que disfruta de un Lagavulin 16 y un entrecot gigante. La que entra en un restaurante y dice: “Por favor, quiero todos los huevos y bacon que tengan. Quizá crees que quiero decir que quiero muchos huevos y bacon, pero no. Quiero todos los huevos y bacon que tengan”. La parte que, al recibir una ensalada, quiere transmitir siempre al camarero: “Disculpe, me ha puesto usted por error la comida que come mi comida”. El señor capaz de comprar en un sitio llamado ‘Food and stuff’ y meter en la misma compra un montón de carne picada y dos cuervos disecados.
Tu Ron Swanson interior es la parte de ti que afronta los problemas con más decisión que quejas. Que confía en ti y en tu sentido del honor. Que sabe que “Por favor y gracias” es lo mínimo que puedes decir en una interacción con otros seres humanos. Que tiene claro que si vas a criticar a alguien debes hacerlo con tu firma a pie de página.
Siempre me pregunto si fue antes el personaje o el actor, habida cuenta de que Nick Offerman también tiene un taller de madera y tiene un amor real por la naturaleza, que explicó en su libro ‘Where the Deer and the Antelope play’”.
Una escena maravillosa de la serie, en parte porque es ciencia-ficción y también en parte porque estas cosas suceden, es aquella en la que Swanson, sin hacer absolutamente nada, se queda con la chica que estaba persiguiendo el personaje que interpreta Rob Lowe, Chris Traeger. Frente a su belleza objetiva y su abundante e inteligente conversación, trufada de conciencia medioambiental, feminismo y preocupación por el ejercicio físico y la busca de la inmortalidad, Swanson es un hombre callado y masculino. Tiene su público.
Aparentemente tosco por fuera, es poseedor de una dulzura interior evidente y de una pasión real por las artes. Pero ojo, porque se trata de una pasión que no se traduce en conversaciones sino en actos. No disfruta hablando de su arte, vendiéndolo o narrando su importancia relativa. En este sentido, prima la artesanía por encima del arte. Disfrutaría del Victoria and Albert y despreciaría el Reina Sofía y los NFT. Es feliz cuando termina una silla que se ajusta a unos niveles de exigencia inigualables. “Ron, ¡¿por qué has roto la silla, era perfecta?!” “Era demasiado perfecta, parecía que la hubiese hecho una máquina”. Ron coge la hombría tóxica y la reconfigura hasta validarla en cierto modo. Te da una guía sobre cómo ser razonablemente así.
Su amor por el aire libre, la caza y la naturaleza tienen más que ver con Miguel Delibes que con Donald Trump. Su capacidad de dialogar con las personas diferentes y de adaptarse al cambio se demuestra a lo largo de la serie. Su desapego por los elementos ostentosos de la riqueza, acompañado de un respeto reverencial por los aspectos más interesantes del capitalismo le convierten en un personaje más que interesante.
Obviamente, siempre debemos tener en cuenta que se trata de un personaje. Su modo de vida es una invitación al infarto y políticamente es una pesadilla. Es un republicano como se pensaron un día los republicanos. Pero tiene un tipo de coherencia interior difícil de combatir. Ron Swanson es válido porque, al mismo tiempo que como americano defiende su derecho a vivir la vida a su manera, también respeta de forma radical el derecho de los demás a hacer exactamente lo mismo. Cree que su modo de vida es mejor, pero no pretende imponerlo.
Del mismo modo, Leslie es sostenible como personaje porque es igual de pura en su esfuerzo por hacer de su ciudad un lugar mejor y tiene una devoción por su trabajo y sus amigos prácticamente enfermiza. Es fácil de imaginar su amistad porque se cimenta en una forma similar de entender el esfuerzo, la comida de desayuno y, principalmente, algo que hoy escasea: la capacidad de entender que el tener principios diferentes no es algo que invalide a tu interlocutor si existen bastantes puntos en común de simple decencia humana.
Pero una verdadera activación de tu Ron Swanson implica determinación. Puedes ser empático, agradable, extrovertido y devoto del servicio público y, en ocasiones, aislarte de tus amigos con una puerta activada por control remoto y buscar espacios de soledad o de comunión con la naturaleza en los que tengas claro que, de verdad, has hecho suficiente. Consolidar una forma de pensar que te permita dormir bien por las noches sabiendo que, aunque vivimos en archipiélagos y todos debemos ayudarnos, hasta cierto punto cada hombre y mujer es una isla. Debemos ser capaces de asumir que no todo lo bueno que pasa es gracias a nosotros y, especialmente, que no todo lo malo es culpa nuestra.
Cuando hace unos meses falleció mi hermano, mi padre intentó echarme en cara que la noche antes de su muerte, cuando estaba ya fuertemente sedado, no estuve con él, dándole la mano, en el hospital de paliativos. Ahí activé mi Ron Swanson interior. Pensé que me había despedido en condiciones de él, incluso acompañado de mis hijos, que me esforcé mucho en cumplir sus últimas voluntades, que compartimos muchísimo amor en sus últimos días y que, a fin de cuenta, todos tenemos el derecho a decidir cómo afrontar ese tipo de momentos. Puse en marcha esa cierta dureza de la que a veces me han acusado y que me mantiene vivo y cuerdo. La misma que me permitió ser el que organizó muchas de las cosas post mortem y el que me permitió no llorar al despedirme de él delante de la gente que le quería. Y eso que la pirámida de Swanson permite llorar en funerales y en el Gran Cañón.
Es la misma dureza que reconocía Alice Underwood en su hijo Larry, en las páginas de ‘Apocalipsis’, de Stephen King. “Había buenos usos para esa dureza y ella lo sabía, al haber sido una mujer que crió a su hijo por su cuenta en una ciudad que se preocupaba poco por las madres y menos aún por sus hijos, pero Larry no había encontrado ninguno todavía (...) Al menos nunca había afilado esa parte dura de sí mismo para cortar con ella a la gente, y eso ya era algo”.
Porque vivimos en un mundo, eso sí, donde a veces se confunden los simples redaños y la fortaleza de carácter con las tendencias autoritarias. Cuando precisamente son los autoritarios los que menos coherencia suelen demostrar. Cuando raramente responden a las consecuencias de sus acciones. Cuando buscan excusas para sus fracasos y no miden la celebración de sus éxitos.
Si sabes que has actuado con la mejor de las intenciones y que has hecho todo lo que estaba en tu mano por alguien, nadie debe ser capaz de culpabilizarte y tú no tienes que sentirte culpable. Ahí se termina la conversación. Volviendo al ejemplo inicial: te he avisado una vez de que estabas cometiendo un error. Si no has tenido en cuenta mi advertencia ha sido sólo culpa tuya. Yo no necesito terapia porque estoy en paz con mi forma de ser y de actuar. Que en ti recaigan los problemas de sueño y de conciencia. Por favor y gracias.